Albert Illescas y Núria Feliu son dos personajes paralelos cuya relación, de disco a libro, dice cosas interesantes sobre la relación entre jazz y arquitectura.
5 de noviembre de 2012

[Jaume Prat] A mediados de los años sesenta, Núria Feliu empieza una carrera musical que, por momentos, se contrapondrá a la corriente imperante en el panorama musical catalán de la época: La Nova Cançó, heredera directa de los cantautores franceses, muy comprometida políticamente hasta el extremo de primar más las letras, y su mensaje, por encima de la música.

Mientras cantantes como Raimon, Lluís Llach o Paco Ibáñez salen al escenario armados tan sólo con una guitarra, Núria Feliu graba discos de jazz con colaboradores como Tete Montoliu, Lou Bennet o Art Farmer, discos que fueron incluidos en el catálogo Blue Note, la Biblia del género. Discos que podían encontrarse fácilmente, en su día, en Nueva York.

Albert Illescas marcó época en la ETSAB como profesor, extendiendo su radio de influencia mucho más allá de sus alumnos directos para contagiar, con sus opiniones controvertidas, su erudición, su capacidad de empatía y su amor por la profesión, a casi toda la facultad.

Albert Illescas fue, también, un arquitecto notable, autor de una obra ahora muy poco conocida hecha en total continuidad con la de su padre, Sixte, socio fundador, junto con sus amigos Josep Lluís Sert y Germán Rodríguez Arias, del GATCPAC, cuyo primero local social fue el estudio que compartían los tres en la Vía Layetana de Barcelona.

Sixte Illescas es el único miembro principal del GATCPAC que no se exilia tras la Guerra Civil. Sólo la enorme escasez de técnicos le salva la posibilidad de seguir ejerciendo su profesión e, incluso, la vida.

Todas estas vicisitudes se explican en el libro Sixte Illescas, arquitecte 1903-1985. Editado por el COAC en edición trilingüe inglesa, castellana y catalana. Es un libro de arquitectura excepcional, donde la biografía del padre y la del hijo, su autor, se entrecruzan en una estructura narrativa que establece toda una serie de paralelismos inquietantes que sirven de fondo a una serie de reflexiones arquitectónicas que recorren transversalmente todos los años de vida del padre, independientemente de si ejerció, o no, la arquitectura en ellos. Su nivel literario es altísimo, pudiendo ser leído, disfrutado y comprendido perfectamente por cualquiera, independientemente de su formación. Su estructura tiene algo del jazz que tanto amaban los arquitectos Illescas, padre e hijo, con una melodía principal, una estructura armónica cíclica e infinitas variaciones sobre el mismo tema. El registro de lectura es tan libre que sorprenderá a los lectores habituales de libros de arquitectura, acostumbrados a una prosa más académica y aséptica.

Núria Feliu imprime a sus discos la misma libertad formal que se respira en el libro: estándares de jazz con las letras traducidas al catalán, arreglos instrumentales inéditos en la Cataluña del momento, un tono de alegría que, todavía hoy, permite escucharlos indolentemente, dejando que los detalles penetren fácilmente.

La música de Núria Feliu y los escritos (así como la arquitectura) de Albert Illescas muestran parte de la historia marginada de nuestro país. 

Enlace a la reseña del libro publicada en Arquitectura, entre otras soluciones.

País: España
Ciudad: Barcelona
Agentes: Núria Feliu
Agentes: Albert Illescas