(Esp) Sobre la faceta de arquitecto de Georges Méliès y algunos espacios de intermediación.
23 de julio de 2013

El año 1968, Spencer Silver, un químico de la compañía 3M, inventó por error un adhesivo que pega, pero no mucho. Lo presentará a sus superiores sin estar muy seguro de la bondad de su invento. Diez años más tarde a alguien se le ocurrirá untar un pedazo de papel cuadrado de color amarillo con esta pega, pero no mucho, y distribuir decenas de miles de estos papelitos por diversas oficinas de manera gratuíta. Una vez se han asegurado que todo el mundo los usa y necesita, sobre 1980, cortan el grifo de los suministros y comercializan el invento: ha nacido el Post-It.

Un caso análogo a esta situación es el de los hermanos Lumière, que, en 1895, patentan una cámara fotográfica capaz de captar imágenes en movimiento. Ese mismo año filman algunas cosas que serán exhibidas como curiosidad: la Salida de los obreros de la fábrica familiar en Lyon, considerada la primera película de la historia, o la Llegada del tren a la estación, que provocaba estampidas de pánico entre el público asistente a las exhibiciones: estampas sin principio ni final ni argumento. Sin una idea clara de por que han inventado eso, los Lumière rehusarán vender una copia de su invento a un ilusionista llamado Georges Méliès, con el argumento que corren el riesgo de estafarlo colocándole un objeto inútil. Mélies adquirirá una cámara en la Gran Bretaña y empezará a rodar películas que sirvan de soporte a sus espectáculos. A los que no tardarán a suplir completamente. Las películas tendrán argumento, un principio y final definidos, y, lo más importante, harán ilusión: Méliès se ha inventado el cine(*).

El ahora director, productor, guionista, iluminador y actor de sus películas (nuevos oficios que él inventa) creará, entre 1896 (tan sólo un año más tarde de la patente) y 1913, unas quinientas películas, algunas de las cuales son consideradas joyas de la historia del cine. Su premio será la ruina económica y el olvido. Para realizarlas inventa un espacio inédito hasta ese momento, que ha devenido un tipo arquitectónico definido: el estudio de cine. El estudio de cine es un teatro para un público infinito. Un espacio de servicio que tiene como único delante la porción de espacio barrida por la cámara de cine, de campo, profundidad, ángulo y dirección variables en función de los actores, del decorado y las condiciones de iluminación. Un estudio es el híbrido construido entre un espacio virtual y un espacio real: el espacio virtual es el espacio físico; las cuatro paredes que lo delimitan, el marco de acción real donde se disponen las cámaras, las tramoyas y los actores. El espacio real es el que se muestra en la película. El destinado a llegar al público. Estará siempre necesitado de un intermediario que, en la actualidad, puede ser individual (una pantalla de ordenador o una tableta), familiar (una televisión) o social (una sala de exhibición).

Un creador feliz de estos espacios medianeros es el arquitecto Jean Nouvel. Nouvel ha usado de modo recurrente los recursos cinematográficos en toda su obra: desde el montaje entendido como la yuxtaposición de episodios arquitectónicos aparentemente contrapuestos, incluso contradictorios, que, juntos, constituyen obra acabada (Théâtre de l’Archipel, en Perpiñá, Centro de Convenciones de La Coruña, p.e.) hasta la noche americana (Hall del Instituto del Mundo Árabe, Paris, interior de las Galerias Lafayette, Berlin, atrio de la Torre Dentsu, Tokio, p.e.) pasando por los fundidos en negro o los efectos especiales. Su pasión por el cine lo ha llevado a convertir en tipo arquitectónico el propio estudio de Georges Méliès. Que, curiosamente, compartió cliente con Nouvel: la compañía cervecera barcelonesa Möritz. Mientras que el arquitecto es autor de la reforma de su fábrica, el cineasta se encargó de rodar uno de los primeros anuncios de la firma, catalogado por la Cinémathèque Française, ahora desaparecido. El estudio ha aparecido, en diversas escalas, en el interior de las Viviendas sociales de Saint-Ouen, como uno de los cuerpos que forman el citado Théâtre de l’Archipel, y, sobre todo, en el Centro Cultural La Coupole, proyectado y construido entre 1981 y 1987 e inaugurado en 1989 en las afueras de París. La Coupole es un conjunto multidisciplinar que agrupa principalmente un teatro y diversas salas de cine: lugares comunes donde la gente se reúne para celebrar el visionado de películas. El lugar común de los lugares comunes es una versión literal del estudio de Méliès: el arquitecto retorna al creador del cine, un ilusionista que se dio cuenta que este espectáculo tenía la emoción como valor supremo. Su fábrica de sueños como espacio de ilusiones. Que es lo que ha de ser la arquitectura. Y el círculo, por fin, se puede cuadrar.

Viaje a la luna, de Georges Méliès.  

(*) Reconocido por Louis Lumière en el discurso de entrega de la Legión de Honor a Georges Méliès.

Wakeman, John. World Film Directors, Volume 1. The H. W. Wilson Company. 1987. pp. 747-765.

 

País: Francia
Ciudad: París
Agentes: Georges Méliès
Agentes: Jean Nouvel
Autoría de la imagen: CC
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