Uno de los rasgos definitorios de cualquier manifestación cultural es el punto donde ésta fija su origen y su relación con él.
2 de enero de 2013

[Jaume Prat] La música rock ha sufrido, al menos, tres procesos de depuración importantes en su historia. El primero de ellos, allá por 1967, incluye los primeros discos del fenómeno que posteriormente se conocerá como Hard Rock, a través de los trabajos de grupos como Led Zeppelin, Black Sabbath o Deep Purple. El segundo, unos diez años más tarde, tendrá su expresión máxima en The Sex Pistols, derivando en el Punk y la New Wave. El tercero, a inicios de los 90, tendrá un origen exclusivamente americano y se conocerá como Grunge. Los tres fenómenos culturales se expresan exactamente del mismo modo: desnudando la música de sonidos accesorios, dando protagonismo a formaciones que usan instrumentaciones básicas (voz, guitarra, bajo, batería) en discos contraintuitivamente muy producidos y trabajados, depurados al límite para conseguir esa impresión de sencillez máxima. Sus protagonistas serán personas muy preparadas musicalmente, incluso en el caso de The Sex Pistols, cuyo disco Never Mind The Bollocks fue producido por el mismo Chris Thomas que había lanzado la carrera discográfica de The Beatles y mezclado The Dark Side of the Moon, el disco de Pink Floyd a la contra del cual se original el movimiento punk. 

EN 1991, Nirvana lanza su segundo disco de estudio, Nevermind, producido por Butch Vig. Nevermind será la tarjeta de presentación del movimiento al mundo. Musicalmente se caracteriza por unas canciones aceleradas, intensas, muy trabajadas musicalmente en base a los contrastes violentos: entre versos en pianissimo y coros en fortissimo, juntados sin transición, entre un bajo eléctrico afinado en re bemol (la afinación más grave que se puede sacar al instrumento) y unas guitarras distorsionadas al límite, tocadas así para fusionar, literalmente, los acordes, o arpegiadas, usando una combinación de efectos de sonido que las hace sonar limpias, casi cristalinas. Las letras (excepto en el caso de Polly) son despreciadas por Cobain, llegando a ser escritas, en no pocos casos, materialmente encima de la mesa de mezclas cinco minutos antes de grabarlas. El mejor ejemplo de ello es la canción inaugural del disco, Smells Like Teen Spirit, cuyo riff de guitarra inicial está copiado de una canción precedente (Kurt Cobain fue, siempre, un músico de cultura excepcional), y cuya letra está sacada de un anuncio que el cantante veía en sus horas de aburrimiento. 

Contemporáneamente a la grabación del disco, la firma suiza Herzog & de Meuron está trabajando en el Depósito de Señales Auf dem Wolf, en Basilea, un edificio anejo a su Depósito Ferroviario construido a pocas decenas de metros de distancia. Este edificio consiste en un envoltorio para una serie de maquinaria de precisión enclavada en medio de un mar de catenarias, controlando el mayor nudo ferroviario de esa parte de la ciudad, sobre el que se disponen una serie de habitaciones de control, espacios de trabajo y salas de reunión. Los arquitectos diseñan un volumen puro realizado enteramente en muros portantes de hormigón y forjados del mismo material, que sale del suelo sin basamento y se corta a determinada altura, rematado por una cubierta plana sobre la que se sitúa una gran antena de comunicación. Los requerimientos de protección de la maquinaria les dan la fachada, que se compone de una serie de bandas de cobre de unos treinta centímetros de ancho que envuelven completamente el edificio, creando una Jaula de Faraday. Cuando pasan ante una ventana, estas bandas de cobre se abren, dejando pasar la luz. El edificio obvia cualquier elemento compositivo que haga de puente entre la escala humana y la gran masa de seis plantas. El efecto sólo se rompe (intencionadamente) cuando la poca luz ambiente obliga a una iluminación artificial que, de un modo sutil, haga que se marquen las ventanas a través de la trama de tiras de cobre. 

La depuración formal a la que Herzog & de Meuron llegan en este edificio, el grado cero que representa respecto del lenguaje arquitectónico, unido a la su repercusión mediática, contribuye decisivamente al abandono del lenguaje postmoderno, manierista y recargado imperante en la arquitectura de aquél entonces. Un lenguaje que ha sido capaz de dar grandes realizaciones pero, aún así, necesitado de renovación. 

El grado cero que representan estas dos obras, cada una en su disciplina, unido a su carácter estrictamente contemporáneo, nos habla de un clima de renovación del lenguaje que sacudió todas las artes hasta darles su perspectiva actual. Necesitada, por cierto, de otro reset. 

País: Suiza
Ciudad: Basilea
Agentes: Herzog & de Meuron
Agentes: Nirvana
Edificios: Depósito de Señales Auf den Wolf
Autoría de la imagen: Jaume Prat