Del encuentro con Gabriel Ruiz Cabrero y Gabriel Rebollo, si del bateo de ideas, nombres y referencias tuviera que quedar una palabra que resumiera la experiencia de lo vivido, esa palabra sería “conversación”. Por una triple razón: por el placer que supone conversar con ellos; por ser testigo de la conversación culta y próxima que los dos arquitectos mantienen entre sí; y de manera principal, por la conversación que desde hace ya 30 años mantienen, como arquitectos conservadores de la Mezquita de Córdoba, con todos los que los han precedido y, como ellos, han trabajado para dar forma y mantener uno de las cimas incuestionables del arte de la arquitectura.
Recientemente, el Ministerio de Cultura les otorgó el Premio Ciudades Patrimonio de la Humanidad en reconocimiento de la labor determinante y silenciosa desarrollada a lo largo de esos años en la conservación y restauración del monumento. En paralelo la editorial Up this side publica estos días de Gabriel Ruiz Cabrero Dibujos de la Catedral de Córdoba. Visiones de la Mezquita, una colección de dibujos, plantas secciones y alzados, que pone a disposición de todo el mundo una información gráfica capital para el conocimiento y la comprensión de un edificio que parece no terminar de desvelar la totalidad de sus secretos.
Este encuentro no estaba previsto. Fue un asalto y devino, gracias a su generosidad, en una conversación. Una más de las muchas que mantienen estos dos enamorados de la arquitectura, con ella y con su historia.
¿Qué supone para unos arquitectos jóvenes como vosotros a inicios de los años 80, con una corta trayectoria profesional, casi recién titulados, comenzar a trabajar como conservadores de un edificio tan significativo como la Mezquita de Córdoba?
Cabrero: Cuando empezamos a trabajar Gabriel y yo en este edificio teníamos claro que no existía diferencias entre el arquitecto restaurador, el arquitecto urbanista,… Como arquitecto te enfrentas con los problemas de la arquitectura pero a distintas escalas, con distintos programas, con distintos presupuestos. Se trata de hacer arquitectura y de hacerla por medio de la construcción, que es como se hace la arquitectura. Pero, claro, cuando intervienes en un edificio como la Mezquita de Córdoba, las preexistencias históricas, ambientales, culturales hacen que las exigencias sean muchísimo mayores y distintas que cuando haces un chalet en mitad del monte. Aún así, en todos los casos siempre habrá unas condiciones previas del lugar, unas preexistencias, entre las que te vas a tener que mover.
Rebollo: Yo comparto con Gabriel esa visión de que es independiente de la escala. Todo es arquitectura porque el protagonista sigue siendo el espacio.
¿La naturalidad con la que aceptasteis ese reto en ese momento pudo estar relacionada con la recuperación de la historia que se estaba produciendo en los ámbitos académicos durante vuestra formación? Entonces se hacía mucho hincapié en el estudio de los edificios, de las tipologías,… como elementos que entre todos componían la ciudad.
Rebollo: Hacer arquitectura es hacer ciudad. Ese límite diferenciador que existía entonces entre arquitectura y urbanismo nosotros no lo veíamos. Hacer arquitectura era seguir el hilo de la historia, como decía Rossi. Trabajar sobre un edificio histórico no era nada excepcional, era recoger ese hilo. Sí es cierto que con una formación que hubiera establecido más ruptura entre el pasado y el presente el trabajo nos hubiera supuesto un esfuerzo más grande. Nosotros coincidimos con la primera generación que rompe con la especialización que existía en España de arquitectos-restauradores porque el resto de arquitectos no querían entrar en ese mundo. Y todo empezó desde la administración, con una serie de encargos, a Rafael Moneo, a nosotros,… También coincide con el momento del Movimiento Moderno donde empieza a coserse la ruptura tan tremenda que había entre el pasado y el presente, con personajes tan fundamentales como Rossi, con Venturi, con Kahn,… De repente desde el presente se podía entender la arquitectura del pasado.
Cabrero: Nosotros disfrutamos de un momento de transición muy importante. Cuando Gabriel y yo empezamos a estudiar se trataba de seguir las figuras heroicas del Movimiento Moderno: Mies, Le Corbusier, Aalto. Al final de nuestra carrera aparecieron esas figuras que menciona Gabriel, los libros de Venturi y Rossi, las interpretaciones de Tafuri, que supusieron un golpe fortísimo por lo que supone de recuperar el pasado visto desde la cultura de ese momento. Así el pasado no era el pasado sino que se convertía en presente. Lo cual te animaba a ti a acercarte al pasado como arquitecto, restaurando en este caso en clave moderna, entendiendo que se trataban de los problemas de siempre: construcción, composición… No se trataba de recuperar nada en concreto sino construir ahora algo que pasaba a formar parte de la historia del edificio. Pasamos de la radicalidad moderna a esta otra radicalidad, pero tuvimos la suerte de coger esa transición y de no llegar a convertirnos en radicales de nada.
Ambos sois profesores en escuelas de arquitectura. ¿Percibís que con la formación actual del arquitecto de ahora sería más difícil aproximarse al trabajo sobre un edificio histórico con el mismo interés que teníais vosotros y vuestra generación?
Cabrero: Sí percibimos menos familiaridad con la historia en general. La familiaridad con la historia siempre ha sido algo muy emocionante para nosotros. El libro de Venturi, en el que analiza un edificio de Pietro da Cortona como si fuera de Louis Kahn, nos abrió los ojos completamente y nos animó a construir así. Lo principal que intento transmitir a mis alumnos es que la historia está viva. Cuando entras en un edificio, está vivo. Es de ahora. Cuando Shakespeare demuestra en Romeo y Julieta que el amor perfecto no dura, que está condenado a morir o a estropearse, eso no es algo exclusivo del siglo XVII. También es de ahora. Y lo que ocurre con las ideas también pasa con la tecnología. Todo lo que llega a tus manos es tecnología moderna. Las tecnologías antiguas son las que han desaparecido pero las que perviven son todas modernas. No hay materiales de épocas concretas. Hay materiales que antes no existían pero que van a ser igualmente del futuro. Todas las épocas constructivas son de ahora y unas son las adecuadas en una ocasión y otras las adecuadas en otras.
Sobre el conjunto de trabajos desarrollados en la Mezquita a lo largo de estos 30 años, alguno en concreto será especial para vosotros, por la dificultad que entrañó o porque restituyera alguna parte desvirtuada del edificio…
Rebollo: No los ha habido. Aunque hay trabajos de distintas entidades
, siempre trabajas sobre el edificio completo, aunque solo intervengas sobre una esquina. Siempre ha sido una obsesión nuestra. En cada pequeña intervención teníamos y tenemos la conciencia de trabajar sobre la totalidad. Como pasa con un poema, trabajar sobre un verso, cambiarlo o moverlo, cambia el significado final del poema. Por eso cuando nos preguntan sobre la intervención en el crucero de la Catedral decimos que en realidad hemos trabajado en la totalidad del edificio. Llenar de luz el crucero de la Catedral no es sólo eso, es aumentar el contraste entre la penumbra de las naves islámicas y la luminosidad de ese crucero. En ese sentido ha sido muy bueno no disponer de un encargo global, con su presupuesto y sus plazos, para la conservación y rehabilitación de la Mezquita. Siempre nos han encargado trabajos parciales: las puertas, las cubiertas… El trabajar poco a poco nos ha permitido corregir el rumbo, entender el edificio, medir nuestras intervenciones, que el edificio a su vez asuma esas intervenciones nuestras. Este edificio está hecho a lo largo de 1200 años por hombres de culturas distintas, pero es un único edificio, una gran unidad arquitectónica, una obra de arte en su totalidad. Por eso cuando lo tocamos no lo hacemos como si se tratara de una colección de obras de arte que permitiera tocar una de ellas sin alterar el resto.
¿Y dentro de las intervenciones que habéis llevado a cabo no ha habido ninguna en la que hayáis sentido que recuperáis o devolvéis el edificio a un estado original, como cuando un filólogo restituye un texto a la forma en la que lo ideó y escribió su autor?
Cabrero: Recuperar no es una palabra que represente nuestros esfuerzos. Nosotros lo que queremos es seguir al edificio. Como decía Gabriel, el edificio se va construyendo a lo largo del tiempo y en un momento determinado te corresponde, siguiendo la tarea de los demás, continuar lo que otros han hecho, bien o mal, acabando cosas, desmontando y sustituyendo. Tratamos de no elegir, de no tomar decisiones personales. Y para eso escuchamos al edificio, para saber lo que necesita y tratar de hacerlo. Las soluciones están en él, no en nuestras cabezas. Esto es verdad para toda la arquitectura. Como decía Kahn, la arquitectura está ahí, solo hay que sacarla. Como hace la comadrona con el niño. Pero el niño ya estaba ahí. Eso es lo que tratamos de hacer. Sabemos que nosotros estamos detrás de otros, y lo que nos ocurre a menudo es que intervenimos en partes en las que ya se ha intervenido anteriormente pero sin éxito. Eso explica que en las cubiertas, por ejemplo, hayan existido goteras históricas. Levantas esas cubiertas y descubres que se intentaron dos o tres soluciones distintas y ninguna consiguió resolver el problema del todo bien. Tu obligación es intervenir, conociendo las soluciones que no funcionaron y planteando soluciones que estén en continuidad con el conjunto del edificio. Siempre mirando de reojo al conjunto. En ese sentido ha sido muy bonita la semejanza que en la presentación del libro Gabriel hacía con la música, por la condición de intérpretes que desempeñamos.
Rebollo: Esa semejanza que hice con la música está basada en un comentario de Gabriel. Él hablaba de nuestra condición de intérpretes y yo pensaba que intervenimos como precisamente lo hace un director, delante de la partitura de una sinfonía: la obra es del compositor, pero la interpretación es suya.
Cabrero: Aparte de la música, hay un texto que nos fascina a los dos: el prefacio a las obras completas de Shakespeare del doctor Johnson. Johnson recopila las obras de Shakespeare y las antecede con un prefacio donde analiza otras ediciones. En ese prefacio explica una cosa muy interesante: Shakespeare no dejó escritas enteras las obras. Lo que se pudo recuperar tras su muerte fueron textos parciales, los parlamentos sueltos de los personajes que se daban a los actores para que los aprendieran.
Rebollo: A veces se tenían todos los parlamentos, pero en algunas obras no, por lo que los editores tuvieron que completar las obras…
Cabrero: Son, por tanto, los sucesivos editores los que van completando las obras. El doctor Johnson analiza las obras y concluye que si Shakespeare era un genio, todos los demás no le llegaban a la suela del zapato. En todo caso, al final, dice “(…) aún así todos mejoraron el texto de Shakespeare.” Es demoledor. Que una colección de personajes mediocres colaboren con un genio como Shakespeare a preservar y mejorar esa aportación, es muy arquitectónico. Así nos sentimos. Cuando llegamos allí nos preguntamos ¿qué han hecho estos "Shakespeare" que nos han precedido? Ese tipo, del que no sabemos nada y que era un verdadero genio, que es el que hizo la primera Mezquita, la de Abderramán I. O de las conversaciones entre Hernán Ruiz padre y Hernán Ruiz hijo, en la que se transita de la arquitectura gótica a la del renacimiento en el seno de una misma familia de arquitectos, en la que seguro que habría disputas…
Rebollo: Es una conversación hecha literalmente en piedra.
Cabrero: La oportunidad que Gabriel y yo disfrutamos es la de porder incorporarnos a esas conversaciones con unos personajes verdaderamente por encima de lo normal, y con otros más mediocres que se ponen a su altura simplemente porque están junto a ellos. Y ahí estamos todos. Y a veces las frases más brillantes no son las de los genios, sino de otros que se han superado gracias a ese contexto de genialidad.
Del contacto periódico con un edificio así se extraerán muchas lecciones de arquitectura ¿Destacaríais alguna en especial que hayáis tenido oportunidad de poner en práctica en vuestro trabajo como arquitectos?
Rebollo: No sabría concretar. Este edificio ha marcado nuestras vidas como personas y como arquitectos. Haríamos otra arquitectura si no conociéramos este edificio. Como dice Ortega de los hechos que hacen una buena biografía, si no hubiera ocurrido uno sería distinto.
Cabrero: La Mezquita plantea un reto que es el misterio de su origen. Pocas veces en la historia de la arquitectura se dan auténticas invenciones formales. Y aquí hay una invención total: el arco de herradura libre de carga en las enjutas. O no se había hecho nunca, o no quedan ejemplos anteriores. A partir de ese momento el elemento se repite mucho, por ejemplo aquí en Córdoba en las Caballerizas Reales. A partir de ese elemento descubres es que el edificio tiene una especie de ley genética, anterior a sí mismo, cuyos antecedentes hay que buscarlos en las iglesias visigodas o tardoantiguas que existieron allí antes que él. Ya debían de presentar una especie de embrión. Cuando se derriban, se retoma algo de ellas, y no es solamente las piedras, los materiales, también las ideas, las técnicas constructivas, que evolucionaron de las romanas. Todo es reaprovechado. Se establece así una fórmula, una forma de hacer arquitectura que se va consolidando y enriqueciendo a lo largo del tiempo. Abderramán II repite lo que hizo Abderramán I, pero Alhakén no. Cuando Alhakén hace su ampliación hace ese gesto maravilloso, moderno para su época, de pasar del arco plano al arco en el espacio. Luego llegarán los arquitectos góticos y renacentistas, por ejemplo los Hernán Ruiz, y siguen haciend
o arcos de herradura, siendo uno arquitecto gótico y el otro renacentista.
Rebollo: Lo maravilloso es esa continuidad de la innovación. Un tema que estamos últimamente estudiando tiene que ver con la capilla Real y la capilla de Villaviciosa, una al lado de la otra. En planta tienen la misma geometría, pero espacialmente son distintas. Existe, por tanto, una idea de variación en la repetición. Es jugar, trabajar con el mismo tema.
Finalmente, me gustaría preguntarte por el libro, por la idea que subyace a la publicación.
Cabrero: Nosotros tenemos claro que trabajar en este edificio es un privilegio. Y si alguien disfruta de un privilegio, lo natural es que quiera compartirlo. Nosotros compartimos este privilegio por ejemplo enseñando el edificio. Y esa es una de las razones por las que nos han dado el premio: porque lo hemos enseñado a algunos de los que luego han formado parte del jurado que nos lo otorgó y que disfrutaron con lo que pudimos enseñarles. Otra manera, y ahí radica el por qué del libro, es dando a todo el que le interese una copia de nuestros dibujos, que son nuestra herramienta de trabajo. Ahora que por fin tenemos todos los dibujos de la Mezquita, estamos pensando en un segundo libro que junte todos esos elementos del edificio que están genéticamente relacionados entre sí, pero son distintos, y que se pongan a hablar entre ellos, que conversen.
Ciudad: Córdoba
Agentes: Gabriel Ruiz Cabrero
Agentes: Gabriel Rebollo
Edificios: Mezquita-Catedral de Córdoba
Autoría de la imagen: Salvatorecoco