Principios y procesos de una situación plural.
Sobre un matiz que, al rebufo europeo, ha de permitir la aparición de los "no arquitectos" titulados en arquitectura, como agentes esenciales de un futuro de investigación crítica, y guardianes cultivados de una nueva insumisión leal, incluso jurada e hipocrática
La mezcla explosiva de desasosiego y desconfianza que despierta el contexto general unida a la deriva errática que medios, encuentros y tertulias conceden al futuro de la arquitectura y a los agentes relacionados con su producción, requieren un urgente desbrozo con el fin de ir situando lo específico de un modo abordable, aunque sin despreciar la relación entre unos asuntos y otros. No hacerlo supone una garantizada y directa asfixia.
Intentamos, gracias a la iniciativa de ROCA, hace no mucho, aportar serenidad al clamor actual, y contribuir en esa necesaria diferenciación a base de interrogar públicamente sobre sus previsiones personales a agentes que indudablemente influyen (en España) en los posibles futuros de la arquitectura y de los arquitectos, por razón de su capacidad motora o de sus cargos, responsabilidades y trayectorias.
Desde una óptica mediterránea, para el caso de Cataluña y las Baleares y de la mano del Institut Ramón Llull en Venecia, intentaremos pronto evidenciar una investigación que conecta futuro y pasado en la conciencia de unos "remeros" que hoy transitan con firmeza hacia una arquitectura simultáneamente espontánea, necesaria, permeable, que celebra la vida alejándose de las ceremonias del espectáculo y de la intermediación.
Viene, entonces, todo esto ahora a colación -en un día en el que no va a ser posible pero correspondería razonar o valorar los recientes resultados del premio Príncipe de Asturias a Rafael Moneo, de la convocatoria actual de arquia/próxima de la Fundación Caja de Arquitectos, el anuncio de los finalistas de los premios FAD y las obras, publicaciones e investigadores premiadas y trayectorias reconocidas por la VIII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo– de la insistente prospección para con el "futuro" o "futuros" en la que día si y día también nos vemos de un modo un otro involucrados y de un matiz nuevo aparecido en esas prospecciones.
Concretamente ayer mismo presentaba la empresa de tecnología Epson, de la mano de la activa y eficaz Pati Núñez, en una comida-encuentro para medios y expertos, en el Mercat de Santa Caterina de Barcelona, los resultados de una encuesta y conversaciones titulados "¿Tiene futuro la arquitectura?". Lo hizo a través de una conversación participada por Vicenç Sarrablo, director de la ESARQ UIC y de Claudi Aguiló (dataAE arquitectes), moderada y documentada por Magí Besolí, Product Manager de Epson. La conversación se nutría de los datos de una encuesta hecha a mas de 500 estudios profesionales, de arquitectos, europeos, pero sobre todo se beneficiaba del extenso eco heredado de la serie de acontecimientos previos de los que empieza a ser posible -siendo un inicio de "desbrozamiento"- extraer algunas conclusiones consolidadas.
Una primera conclusión, que no es de perogrullo, es que arquitectura y arquitectos son campos no idénticos y que resulta conveniente abordarlos por separado, poniendo distancia entre ambos, sin confundir términos, objetivos o futuros. Tanto en el campo formativo como en social y en el profesional.
Tan exageradamente es así que, por ejemplo en términos formativos, empieza a ser notoria la (urgente) (necesaria) separación entre "aprender arquitectura" o "aprender arquitecto", este es el matiz, de un modo que resulta coherente con los vientos europeos que vuelven a arremolinarse y que anuncian un otoño de intenso debate sobre los estudios de arquitectura, los modos de obtener las atribuciones profesionales y los (nuevos) agentes involucrados en los colegios profesionales.
Se trata de un matiz que es nuclear en la cada vez mayor convergencia y reiteración convencional de un plano conversacional colectivo basado en tres puntos:
El primer punto es que "arquitecto" es lo que literalmente es, tanto legalmente (lo que se recoge en el corpus legal vigente de atribuciones) como popularmente (lo que la gente espera que sea y sepa hacer un arquitecto), siendo algo documentado desde hace 45 siglos, regulado en su desempeño desde hace 37, reconocido mediante títulos acreditativos desde hace 26, especificado en sus competencias desde hace 20* y que en esencia ni ha cambiado ni cambiará, tal y como ocurre, por ejemplo, con "médico". Para el imaginario común el médico trata con la salud, que restituye; el arquitecto trata con la arquitectura, que construye. De ese modo futuro y pasado son una misma cosa, no es necesario hurgar mas. No estaría de más, a fin de completar los paralelismos, que la graduación de un "arquitecto" se completase con el (imprescindible pero inexistente) juramento hipocrático. Es idea dicha por Sarrablo, que esperamos prenda bien y rápido. Cuestión diferente son los instrumentos, la tecnología, etc. que haya de usar dicho "arquitecto"; incluso el alcance de su intervención en la épica a resolver mediante la construcción de una arquitectura, que objetivamente cambia de modo constante, tanto como los requerimientos de la sociedad para con los lugares que esa misma sociedad habita como arquitectura, que también cambian al compás de los valores, la ética, la política, la técnica o el mercado.
El segundo punto es que no todo el mundo que (actualmente) estudia arquitectura, y desea verse involucrado en la arquitectura, desea necesariamente ser "arquitecto". Es creciente el número de estudiantes de arquitectura que manifiestan su voluntad por alcanzar las competencias características de quien se orienta al proyecto y la construcción, pero sin haber de conjugarlos en las responsabilidades regladas para el oficio profesional, sino en un mundo completo por descubrir. Quieren estar en arquitectura pero no quieren ser "arquitecto". Es el meollo del matiz, que es nuevo y radicalmente diferente de su doloroso simétrico: "soy arquitecto pero no consigo estar en arquitectura".
El tercero tiene que ver con la "escala" que es sensatamente exigible y atribuible a la acción de un "arquitecto" sin mas, recién titulado como tal, y por lo tanto con un posible gradiente en el que el "arquitecto" que resulta de la formación universitaria, sin experiencia real, haya de ser una figura profesional que paulatinamente amplíe el alcance de sus responsabilidades en base a la experiencia contrastada y a la formación continuada y/o especializada, de por vida. Esa misma cuestión introduce un debate paralelo sobre cuando la responsabilidad no es aceptable ni asumible individualmente (arquitecto) y debiera ser colectiva (arquitecturías).
Dicho de otro modo y reconectando los tres puntos: si hablamos del futuro del arquitecto se empieza a vislumbrar que hablamos del perfil de alguien que se habrá formado en arquitectura y en una facultad de arquitectura, con voluntad y consciencia de ser "arquitecto", y que para serlo habrá de desplazarse o mantenerse en su lugar de origen en la medida en que las oportunidades para actuar como tal "arquitecto" sean reales o inducidas por su propia acción y estrategias. Todo ello de un modo que le permita -a base de acumular experiencia real de proyecto, de construcción, de administración y de coordinación/integración de equipos – ampliar paulatinamente el tipo de proyectos y obras de los que puede hacerse responsable. Se parece al pasado, sin ser exactamente igual: ha aparecido el matiz por el que también ha de ser posible, estudiando y estando en arquitectura, ser "no arquitecto".
¿Y la arquitectura? Si hablamos del futuro de la arquitectura debemos, también, mirar al pasado para darnos cuenta de que ese futuro lo definen los requerimientos (permanentemente mutantes) de la sociedad. También deberemos distinguir construcción de arquitectura, en un nuevo desglose. Nuestra sociedad parece querer ahora salir (en occidente) de la lógica mercantil que ha dado a la arquitectura un sesgo y apariencia muy concretos en los últimos años, ofreciendo hasta ahora los sucedáneos de la mera construcción en un extremo o los placebos del espectáculo político-mercantil en el otro, siendo ambos extremos gruesos, apostando hoy por unas solicitudes en las que la mera construcción per se se considera éticamente basura y los valores a formalizar por la arquitectura apuntan a la actualizada sensibilidad planetaria y medioambiental, a la renuncia de lo especulativo o superfluo en favor de lo patrimonial, al valor concedido a las personas y a la simultánea adecuación entre los rituales locales personales y los compromisos globales colectivos. Ahí andamos y andaremos.
Entre esas dos figuras: "arquitecto" y arquitectura, descartada la construcción basura, emerge entonces de nuevo el matiz: un próximo "tercero" que es quien tiene la llave de lo concreto, la precisión de las solicitudes que han de contribuir a desactivar la legendaria "sumisión" profesional del "arquitecto" de oficio para devolver el ingrediente esencial de la "investigación crítica". Ese personaje, tercero, no ha de ser ninguno de los ya conocidos interlocutores profesionales transversales o paralelos: ingenieros, geógrafos, sociólogos, historiadores, artistas, etc, sino ese tipo de titulados que hoy, en España, aún no reconocemos y que resultan ser quienes han entendido como posible que se puede estudiar arquitectura y desear no ser arquitecto deseando estar en la arquitectura.
Como decía, parece muy a la vista un retorno europeo que, atento al matiz comentado pero por su propia inercia, nos traiga un otoño en el que "plan de estudios", "atribuciones" y "colegios profesionales" vuelvan a sustituir, de manera concreta, los intentos de indagar los futuros de la arquitectura, de los "arquitectos" y de los "no arquitectos" titulados e, incluso, colegiados.
(Estos futuros y disquisiciones son cosas diferentes y que no se han de confundir con el hecho ya razonado, debatido, documentado y mas que demostrado de la multiplicidad de tareas, trabajos y labores que es posible afrontar desde las (múltiples y diversas) competencias de un arquitecto, diferentes de las que tienen que ver con sus atribuciones legales, con su definición histórica (de oficio) o con el viejo prejuicio de "arquitecto a tus arquitecturas (proyectos)" como eco del "zapatero a tus zapatos" tan del gusto de la -a veces desleal o interesada- competencia interprofesional o social.)
*Tal y como razona el preámbulo del plan de estudios de arquitectura de la Escuela de Arquitectura de Sevilla, España