20 de marzo de 2013

Principios y procesos de una situación plural.
sobre lo extraño actual…

Aunque el borbotón de síntomas y novedades invitaría a editorializar no cada semana sino casi cada día, tanto la sobrecarga de la atención social que requiere el mapa fractal desatado por la colección de ebooks de scalae y su lógica triangular (lo que dicen algunos autores de arquitectura sobre sí mismos, lo que otros autores o agentes dicen del trabajo de los primeros y lo que los propios autores reflejan del trabajo de los demás) que -por ahora- se manifiesta en la sección de documentos de scalae (donde conviven totalmente fuera de tiempo el dlctado milimétrico de Rafael Moneo con la crónica de una visita granadina, de Ángel Gijón, o las reflexiones sobre retazos de la producción de Oriol Bohigas y MBM arquitectes en textos de Juan Domingo Santos, Miquel Lacasta, Jaume Blancafort y Patricia Reus, Marta García-Orte, Carlos Quintans, Josep Camps o Iñaki Abalos) como la sospecha de la necesidad de un «tomar distancia» fuerzan un ritmo mas estirado, quizás -resumiendo en falso- por aquello de «dar tiempo al tiempo».

Vaya, que los editoriales -en esta inflación documental- terminan por resultar cuando menos quincenales. Quizás sea lo adecuado, eso esperamos o no sabemos ni queremos evitar.

Pero la cuestión es que -además- comienza a ser realmente complicado distinguir, y valorar, lo que ocurre cotidianamente ya que la mezcla entre lo profundo -lo que nos ha de influir y afectar durante mucho tiempo- con lo superfluo -las escarchas publicitarias y el «poco mas» de asuntos que en realidad ni nos van ni nos vienen- ofrece un empastre de actualidad del que nos resulta difícil no querer aislarnos, al abrigo de conversaciones, reflexiones y lecturas de otros tiempos, de todos los tiempos, sin tiempo, fuera de tiempo.

No encontramos el hilo que muestre el sentido de las polémicas que sacuden estos días las queridas Barcelona y Madrid, la primera atónita por comentarios, dimes y diretes y movilizaciones urgentes y necesarias alrededor de la Escuela de Arquitectura de Barcelona -la de toda la vida, de la Diagonal- que obscenamente parece ofrecerse al punto de una mutación que no tiene que ver con su plan de estudios -ya llegará, también- sino con su propia existencia, localización de sede y composición laboral. Aunque puede que nada sea del todo verosímil sino fatuos fuegos de artificio -globos sonda- intentando evaluar la receptividad social de posibles fusiones entre centros que -en realidad- no tienen origen en las escuelas de arquitectura de la Politécnica de Catalunya sino en las facultades dispersas de las ingenieras de la misma universidad, que son las que mas claramente están en el punto de mira de la reorganización general del campus, al parecer. Lo último oído -que resulta digno de épicas y odiseas clásicas- justifica el ir y venir de esa anunciada «fusión de escuelas de arquitectura» como un ejemplo a ofrecer a las ingenierías, que es donde realmente está el meollo y el lío. Las sirenas. Y, claro, no terminamos de saber si es broma o todo lo contrario, y desorienta. Desde Madrid nos llega el eco de esta nueva furia concertadora por la cual las operaciones culturales o formativas pasan a entenderse como concesiones de licencias a quien tenga y disponga la economía para explotar incluso la memoria colectiva de la arquitectura y aquello de «mostrará no cómo éramos sino cómo alguien quiso que fuésemos«. Hemos oído que el museo, así concertado, de Emilio Ambasz se configura como un agente, inesperado pero uno mas, de un mapa madrileño en el que la suma de iniciativas privadas toman poco a poco el relevo de la planificación negociada o de las intenciones públicas. Lo extraño, lo mas extraño, es esa idea del «relevo». Y, si se nos permite, extrañamente extraño. A la cuarta potencia. Puede que esta cuestión de la concertación museística y, también, universitaria no haya hecho sino empezar. Y nos desconcierta, por ser asuntos estos de la economía, de la reorganización universitaria o profesional -que sigue su propio aunque silencioso calvario- y de la planificación cultural que mas parecen en manos del puro azar gubernamental que de intenciones objetivas. Evidencias haylas.

Habrá quien se lamente sobre esta misma reflexión como críptica, extrañada, pero cómo no ha de serlo cuando el puro mirar es borroso –Vari Camares acierta de pleno con sus «disparos»- o cuando uno de los futuros a la vista se podría llamar «Ingeniería de la arquitectura», que quizás no es mala estrategia -los nombres, siempre los nombres- para resolver de un plumazo tanto cuestiones de organigrama universitario como de reservas de actividad profesional o inmobiliarias para rescates presupuestarios. Extraño, muy extraño, pero no confundir con «ingeniería de la edificación», nada que ver.

Y mientras tanto Jordi Ludevid y el CSCAE obligados a restablecer una didáctica eficaz -«informar y reflexionar en procesos abiertos»- para colegiados y gobernantes desorientados (por powerpoints nacidos de una ingenierìa vasca, dicen) Carlos Quintans y algunos valientes ofreciéndose desde el atlántico al rescate del COAGalicia y de la profesión -que es lo nuclear- y los del Pritzker esperando a que Toyo Ito haya alcanzado el estatus de franquicia para darle el galardón este año, mientras los andaluces callan para no molestar pero sin poder evitar el índice levantado y señalando una joya quemada -en marzo de 2012- en Torrevieja. De todo esto Merkel no ha dicho esta boca es mía, pero ahí seguimos, esperando veredictos. Extraño… pero real, así parece. La resaca va a ser de aupa, así que mejor café y a moverse, que estos «relevos» merecen consciencia crítica, urgente.

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