17 de noviembre de 2008

Por una arquitectura sostenible y solidaria

Ante los retos de las nuevas demandas sociales y medioambientales los profesionales y los ciudadanos que, a título individual, nos adherimos a esta Carta pensamos que, en continuidad con el Manifiesto-Compromiso de Montjuic, la arquitectura digna se debe a la sociedad a la que sirve, proporcionando el marco de encuentro armónico entre la persona y su medio, ya sea físico o social.

La arquitectura debe conciliar su acción necesaria con el complejo marco de relaciones de todo orden que actualmente existen en el planeta Tierra. La estrategia consistiría en consensuar un equilibrio conceptual entre los diferentes enfoques que recibe el término sostenibilidad, en función de las disciplinas que lo utilizan, los intereses a los que sirve o las áreas neoculturales a las que se aplica, teniendo en cuenta que es necesaria una perspectiva transversal en su análisis y una coordinación solidaria entre la sostenibilidad local y la global.

Un mundo sostenible, una sociedad sostenible lo es más cuanto más equilibrada. La arquitectura contribuye a ese equilibrio social, ya que se construye para las personas y para las instituciones que ellas crean, que son, a su vez, la representación de los deseos y aspiraciones de la sociedad donde se desarrolla la actividad que le ocupa. Ya que la arquitectura no puede entenderse solo desde los parámetros del arte y necesidad, reivindicamos su función social frente a otro tipo de consideración, y la belleza como expresión formal de su coherencia y equilibrio.

Constatamos que la buena arquitectura, por su propia condición, es siempre sostenible, ya que lo sostenible para la arquitectura es todo aquello que procura el bienestar de la persona en armonía con su medio.

Si la historia de la construcción puede leerse como la historia de la adaptación al entorno, hoy, más que en épocas anteriores, se requiere una especial sensibilidad para, ante la globalización de los procesos constructivos, procurar una arquitectura que, bien desde una actitud continuista o desde la activa construcción del lugar, establezca un diálogo amable con el medio físico en el que se inserta. Igualmente, debemos recuperar la conciencia de que el debate sobre la relación humana consciente con la energía solar pertenece al ámbito de la misma historia de la arquitectura. Por ello, también en estos temas, la historia se presenta como fuente de conocimiento, aplicando términos nuevos a conceptos antiguos.

Pensamos que la arquitectura debe responder a criterios de eficacia, economía y durabilidad. Estos criterios, en referencia a los costes ambientales y consumos energéticos, son extensibles tanto al proceso de fabricación de los materiales y su puesta en obra, como al uso ponderado de los mismos en todo el ámbito de la secuencia constructiva. La tradición nos enseña que las construcciones autóctonas determinaban su apariencia, y su esencia, teniendo en cuenta los recursos limitados existentes. Ante la presunción del mundo occidental de que los medios son ilimitados, recordamos que la mejor arquitectura aspira al rendimiento máximo con los mínimos recursos.

La utilización de energías renovables, la construcción que ahorra energía o las estrategias pasivas de aprovechamiento solar forman parte de la agenda de la edificación. Ante ello, los arquitectos sugerimos que el diseño bioclimático de los edificios debe entenderse, al igual que ha acontecido con las distintas técnicas incorporadas en la historia de la construcción, como acto esencial ineludiblemente unido al proceso creativo arquitectónico y, en consecuencia, no superpuesto a él. Así, desde el diseño arquitectónico surgen las respuestas más adecuadas a las nuevas demandas sociales y medioambientales, incorporando al mismo las nuevas herramientas.

Los arquitectos deben recobrar el protagonismo en la conformación del territorio y el espacio urbano desde un planeamiento que prime los criterios de sostenibilidad y equilibrio medioambiental, ambos asociados a los valores visuales y de bienestar. En este sentido, un urbanismo sostenible es aquel que proporciona espacios en los que la persona pueda encontrarse consigo misma y recuperar el gesto social.

En el marco de una auténtica práctica de la sostenibilidad, que afecta al territorio y se basa en la arquitectura, deben establecerse políticas concertadas para la reutilización del patrimonio histórico hidráulico, que se refieran a los sistemas de captación, distribución y almacenamiento y a las diversas formas de aprovechamiento de la energía hidráulica. Estas redes han de ser conservadas, en su compleja dimensión de arquitectura e ingeniería, desde su consideración como patrimonio industrial y paisaje cultural, para ser rehabilitadas como recursos para el desarrollo local de las comunidades en las que se insertan.

Desde el conocimiento de la historia y con la asunción de las nuevas realidades, los arquitectos aspiramos a la construcción de un entorno entendido como representación ideal del bienestar humano en equilibrio con el medio.

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