"Como estudiantes de Harvard, nos matriculamos en el curso ‘Economics 10’ con la esperanza de obtener unos conocimientos amplios e introductorios sobre los fundamentos de la teoría económica que nos sirviesen para potenciar nuestras propias y variadas ideas en diversas disciplinas, desde Economía, Gobierno, hasta Ciencias Medioambientales y Política Pública, y más allá. Sin embargo, nos encontramos con un curso que expone una visión específica -y limitada- de la economía, que, en nuestra opinión, perpetúa sistemas económicos problemáticos e ineficaces, favoreciendo la desigualdad en nuestra sociedad”.
Este texto que reproducimos es un fragmento de la carta-manifiesto redactada por los alumnos de Economía Aplicada de la Universidad de Harvard y dirigida al profesor Gregory Mankiw. Después de darle lectura frente a él, los estudiantes abandonaron la clase. El citado profesor Mankiw, ex asesor del presidente de Estados Unidos George W. Bush, es autor de uno de los manuales de macroeconomía más utilizado en todo el mundo: Principles of Economics.
El trasfondo de la polémica carta apunta a la corrupción moral y económica del mundo académico. Posiblemente, envueltos en grandes palabras y alentados por aires antisistémicos, estos estudiantes soñaran con una primavera en la economía, en la que como dicen “haya un reparto equitativo del bienestar”. No podemos ni debemos hablar de utopía en las aulas, sino de realismo social. Bien podría ser esto aplicable a nuestras aulas de arquitectura. Si tras la explosión de la burbuja inmobiliaria, si tras el crecimiento desmesurado y alienante de nuestras ciudades, si tras la encarnación de las “exópolis” de Soja en nuestros municipios no se suscita el cambio de pensamiento en nuestras escuelas, tenemos mucho que aprender de los estudiantes de Harvard.
Con este escrito los estudiantes de Harvard querían evidenciar la imposibilidad de la universidad de formar economistas críticos que realmente fueran capaces de medir el pulso de la sociedad y actuar en consecuencia. El pensamiento continuista, las cosmovisiones heredadas y el discurso monolineal han entrado en conflicto con los actuales movimientos reivindicativos (Occupy wall street, 15M, etc.). En la misiva tampoco se olvidan del papel de Harvard en la sociedad y el mundo: “Los graduados de Harvard juegan un papel importante en las instituciones financieras y en la conformación de las políticas públicas en todo el mundo. Si falla la Universidad de Harvard a la hora de equipar a sus estudiantes con una comprensión amplia y crítica de la economía, sus acciones serán susceptibles de perjudicar el sistema financiero mundial. Los últimos cinco años de crisis económica han sido prueba suficiente de ello”. La responsabilidad de los estudiantes de arquitectura juega un papel paralelo. La transformación de la ciudad, del espacio que habitamos, nos obliga a pensar qué formación estamos dando/recibiendo en nuestras escuelas. Estas han dado los técnicos que han fomentado la tan referenciada ‘burbuja inmobiliaria’. Aquí, más que nunca, la economía se une a la arquitectura.
Las universidades europeas, y también evidentemente las españolas, viven hoy horas convulsas, en las que el discurso aprehendido no tiene cabida y los estudiantes, lejos de aceptar doctrinas, piden analizar la realidad de forma crítica. Es en el fondo una protesta contra un modelo que lleva intrínsecos enormes riesgos que no han sido mitigados debidamente. Estamos viendo cómo existe una gran incertidumbre respecto de la utilidad y eficacia del instrumental para prevenir y enfrentar la actual crisis económica, siendo esto evidenciado por las ineficaces medidas tomadas por los gobiernos, entre los que el español es todo un referente por su mala praxis. Hablamos, en definitiva, de una protesta con la gran duda que encierra el futuro, también en el mundo académico y como no, en nuestras escuelas de arquitectura.
La carta de Harvard concluye diciendo que “nos estamos retirando de su clase este día, tanto para protestar por la falta de discusión de la teoría económica básica, como para dar nuestro apoyo a un movimiento que está cambiando el discurso estadounidense sobre la injusticia económica (Occupy Wall Street). Profesor Mankiw, le pedimos que se tome nuestras inquietudes y nuestro retiro de su clase en serio”. El mensaje que desde Harvard envían los estudiantes no debería pasar desapercibido por las escuelas y universidades del mundo entero. Es tiempo de rectificar el rumbo (si se ha perdido en algún momento). Es tiempo de separar la verdadera función universitaria de la función de formación técnica superior y, sobre todo, es tiempo de devolverle a la enseñanza en las universidades el carácter crítico, riguroso e integral que tanta falta hace en los momentos actuales de crisis económica.
Ciudad: Cambridge. Massachusetts
Agentes: Universidad de Harvard
Autoría de la imagen: Julia Martínez