[Andrés Carretero, arquitecto, para scalae]
“Cristina Lucas se enfrenta a la antigua cámara frigorífica del matadero de Legazpi con un trabajo contexto específico que analiza algunas de las principales incógnitas, paradojas y retos del actual sistema capitalista”. Así comienza la descripción que hace Manuela Villa, comisaria, en la hoja de sala que acompaña al trabajo presentado. Partiendo de esta frase que relaciona las condiciones arquitectónicas y políticas del proyecto, puede ser productivo plantear una lectura interesada de Es Capital como si de un despliegue arquitectónico se tratase. Una arquitectura discursiva. Es decir, desde su desarrollo expositivo en sala y las particulares relaciones de orden que establece en cada caso.
Se trata de una producción ad hoc para Abierto X Obras que ha continuado su trayecto exhibiéndose en el Museo Patio Herreriano de Valladolid (MPH) y en el Centro Galego de Arte Contemporáneo de Santiago (CGAC), en un itinerario expositivo-productivo con tres paradas. Habiendo sido definido en origen como site specific, el proyecto pone a prueba el carácter semi-autónomo, que lo caracteriza desde un punto de vista formal, mediante el extrañamiento que genera su encuentro con espacios muy diferentes entre sí, dialogando con distintas condiciones de contorno mientras practica cierta indiferencia espacial, entendiendo esta como una ausencia de preferencia. Observar los trabajos de mayor presencia material, Capitalismo filosófico y El superbién común, implica detenerse sobre los formatos que han asumido en su trayecto expositivo, y señalar cuestiones como la neutralidad arquitectónica, la presencia física de los proyectores, la iluminación de la sala en relación a las cajas de luz y las proyecciones, o el sistema de ocupación espacial. El display en Abierto X Obras es asimétrico y está descompensado respecto de la potente y singular estructura de la sala única, mientras que en MPH se fragmenta, dispersándose en diferentes ámbitos museísticos más o menos neutros -un amplio distribuidor, dos salas, y el previo a una de estas-, configurándose en disposiciones simétricas o basilicales, donde el par temático vida/muerte llega a ocupar una posición absidial.
La técnica artística empleada por Cristina Lucas en Capitalismo Filosófico y El superbién común está emparentada, de forma subrepticia pero cercana, con la praxis curatorial en dos direcciones: conceptualmente, entendiendo esta como la construcción de un canon efímero (F. Jameson, El postmodernismo revisado, 2012), y espacialmente, en su deuda contraída respecto del arte minimal. Uno de los mayores logros de la serie de entrevistas, gracias en parte a la brevedad de cada pieza, es el deseo que genera en el espectador por escuchar el material que ha sido descartado durante el proceso de edición, todo lo que, en efecto, ha sido preguntado y contestado pero ha quedado, conscientemente, fuera. Aquello que permitiría interpretar también el montaje como un tipo particular de display. Conviene tener presente el origen del display window como estrategia de escaparatismo, cuyo objetivo no es sino disponer las mercancías de la forma más atractiva posible para atraer al consumidor. Se trata, por lo tanto, de dar forma. La cuestión de la exhibición como forma atañe directamente a la arquitectura de sala y se desarrolla en el marco, siempre crítico, de las exposiciones sobre arquitectura versus las exposiciones que son arquitectura, con la muestra seminal que Mies Van Der Rohe desarrolló en 1947 para el Moma en cabeza. En estos contextos la arquitectura tiene la oportunidad de constituirse no solo en garante de forma, sino en una forma de resistencia per se.
Es interesante interrogar en paralelo la desaparición, progresiva y sistémica, de las condiciones de posibilidad que permiten la construcción de auténticos acontecimientos arquitectónicos entre nosotros, y el cada vez más presente artistic turn o giro artístico de la arquitectura como disciplina, con las implicaciones discursivas que conlleva. Frente a esta situación, plena de potencialidades por explorar pero todavía débil en sus consecuciones reales, muchas de las prácticas artísticas contemporáneas se han ido apropiando de estrategias disciplinares antaño arquitectónicas pero alejadas en gran medida de esta en la actualidad. "Sometimes a collaboration, sometimes a competition", en palabras de Hal Foster (The art-architecture complex, 2011). Las perspectivas empleadas por Cristina Lucas en Montaña de oro para representar la Reserva del Banco de España, dibujos digitales elaborados en tres dimensiones, directos y sin alardes, son sintomáticos en este sentido.
En cualquier arte, los medios de regeneración deben ser externos, señala María Teresa Muñoz en “Anacronismos” (La mirada del otro, 2010). ¿Es ahora el espacio del arte el propio de la arquitectura? Aun esforzadamente, y una vez superados los procesos y tiempos de gestión –cada vez más parecidos a un proyecto arquitectónico en lo que a burocracia se refiere-, la todavía relativa inmediatez del arte permite poner a prueba problemas arquitectónicos, propios de una disciplina en desintegración. El registro, la documentación y el archivo tienen cada vez más presencia en la contemporaneidad como herramientas para preservar, al menos temporalmente, los momentos donde la arquitectura
ocurre. Atención.
Andrés Carretero
Tags: arquitectura, arte, artistic turn, discurso, display.
Agentes: Cristina Lucas
Agentes: Manuela Villa
Agentes: Maria Teresa Muñoz