A mediados de los años ´70, la Obra Sindical del Hogar encarga a José Antonio Corrales un nuevo barrio que será el asentamiento de una población que crece hacia la periferia, alejándose de la industria. Un asentamiento que es el gran ejemplo de la arquitectura contemporánea coruñesa para generaciones que todavía hoy acuden a ver cómo construir viviendas estéticas, funcionales y económicas, a pesar de que la anarquía se ha convertido en norma a la hora de renovar sus zonas comunes.
Otros arquitectos como Andrés Fernández-Albalat, Ignacio Bescansa, Jacobo Losada o José Luque Sobrini, participan también en el encargo. Un proyecto de 2000 viviendas sobre 17 hectáreas, en el que Corrales se encarga de la Unidad Vecinal nº 3, que incluye pisos y viviendas unifamiliares, una iglesia y una guardería. Aunque el proyecto era bueno, no lo fue tanto la construcción, y tan solo 10 años después se reconstruía la obra obviando algunas de las ideas de Corrales, como los tabiques móviles que modificaban sus estancias.
En el 2004, los arquitectos Miguel Toba y Carlos Muñoz Fontenla acompañaron al octogenario maestro en un proyecto de rehabilitación que pretendía reparar y recuperar las ideas arquitectónicas originales en las zonas comunes de la unidad de viviendas. Las disensiones vecinales a una idea que venía apoyada por el Instituto Galego de Vivenda frustró su realización, y provocó que un decepcionado Corrales se negase a volver a un conjunto residencial que se estudia en universidades de todo el mundo, después de ver como sus avanzados pavimentos se recubren de charcos, aceras se llenan de hormigón, las barandillas carecen de diseño o antiguos lucernarios de aparcamiento se sustituyen por otros de pavés. Un estado real de abandono. Una restauración en la que no entró el punto de vista arquitectónico. El arquitecto se ponía en contacto mediante cartas con políticos y arquitectos de la época, hasta darse por vencido, y es que como el mismo declaró: “…me di cuenta que el posible interés por la Unidad Vecinal era nulo, pero no solamente en el caso de los políticos, sino también de los arquitectos».
Actualmente, el calamitoso estado de las zonas comunes y algunas de las viviendas convive con el lujo de los unifamiliares que han sido restaurados, y que pueden superar los 700.000 euros de precio de venta.
José Antonio Corrales formaba parte del grupo de inquietos arquitectos madrileños dispuestos a recuperar el terreno perdido tras la guerra, a rescatar la modernidad.
En sus proyectos se manifestaba un absoluto dominio del lenguaje y de la construcción que les permitía abordar los más diversos temas en clave moderna, pero no solo buscaba la estética, sino que tenía un claro compromiso ético. Para él, la arquitectura moderna era la expresión de un modo de vida más justo, más acorde con sus convicciones, con su modo de entender la vida en sociedad; y su contribución a la arquitectura de vivienda, sea colectiva o individual, así lo prueba.
Y es que la compleja arquitectura urbana de Elviña en A Coruña era una obra sin concesiones, radical, en las que la estructura de corredores y comunicaciones verticales, nos ofrece inesperadas experiencias vitales. Eran aquellas sorpresas, hijas de una lógica constructiva recién descubierta, las que perseguía. Mantuvo esta fe en la modernidad a lo largo de toda su vida. Incansable en el trabajo y tomando parte en numerosísimos concursos sin que decayera su entusiasmo por la arquitectura, entregándose a esta con una pasión solo comparable por la que sentía por el cine y la poesía.
Jose Antonio Corrales falleció recientemente, el 25 de julio de 2010.