2 de febrero de 2012

Principios y procesos de una situación plural
Del dato a la relación, sobre competiciones y competencia, del mediterráneo y el bogar catalán y balear

El pasado diciembre bromeábamos en una nota, de día de inocentes, en scalae.net sobre la influencia que en la sociedad introducen los gestos, modos y maneras de las profesiones dominantes. La argumentación proponía a los (modos de los) arquitectos como relevo en las situaciones donde influyen (hoy, las maneras de las) gentes del derecho o de la economía. Es este un resumen algo elíptico del contenido de aquella broma, pero oportuno, que personas alejadas de la arquitectura entendieron y saludaron con una sonrisa. Y es que comienzan a evidenciarse síntomas no tanto de una regeneración ni de caminos nuevos para nuevos tiempos sino, quizás, de sencillos "retomar" las cosas desde donde nunca dejaron de estar y, quizás, nunca debieron haber dejado de estar. 

 

La lógica del número, del dato, y de la (estricta) competencia termina por ofrecer una sociedad rácana, simplona, a la defensiva, de músculo y "todo vale" para la conquista de los (mesiánica y mediáticamente) primeros lugares y máximos beneficios, que ha terminado por (casi) agotar la motivación, las ilusiones y la memoria de la ciudadanía y que ofrece sus mejores imágenes terminales en el mundo de la competencia deportiva y en las fotos de entrenadores esperando a los árbitros en los aparcamientos o en la de (algunas) personas de la política en los pasillos de los juzgados.

 

En esa misma atmósfera, y ya en arquitectura, no es fácil dejar de pensar cuántas veces hemos oído (y puede que repetido) comentarios sobre la "decadencia" de la "escuela de Barcelona". Comentarios (posiblemente) atinados cuando (con la mejor intención) se han referido a cuestiones administrativas u organizativas, de proyecto oficial, pero (necesariamente) equivocados cuando esa supuesta decadencia se ha basado en la contraposición, como éxito, de otros modelos y maneras basados en el impacto visual, el lujo, la apariencia de complejidad o el (exclusivo) cosquilleo tecnológico. Hoy (ya) sabemos que así no se juega y que esa (supuesta) decadencia inventada sólo es entendible como táctica ajena para aupar (posibles) modelos alternativos. (quítate tú, que me pongo yo)

 

De manera sorda y ajena al barullo -que evidentemente atesora elementos de interés y valor-, en la(s) (ahora) escuela(s) de Barcelona ha persistido el ritmo lento y tranquilo del remar (bogar) acompasado de un linaje de arquitecturas, profesores y arquitectos que (sin proponérselo, quizás sin una hoja de ruta) han "picado piedra" en una manera de hacer a la manera del mediterráneo, basada en una (aparente) sencilla y directa utilización de los materiales y recursos que dan la tradición, la memoria o la proximidad geográfica. Una manera que (aparentemente) descarta el proyecto, al (parecer) ser escasa la distancia entre el pensamiento y la obra, entre la cabeza y la mano, que sin embargo oculta el secreto de una gran sofisticación técnica y de proyecto. Una arquitectura de dura materialidad que persigue y ofrece una, muy bien recibida por sus habitantes, permeabilidad. Permeabilidad a las condiciones (naturales) de la atmósfera y nuestro ecosistema, permeabilidad a nuestra propia memoria latina y mediterránea, permeabilidad a lo que la vida y nuestras costumbres permiten mostrar y ocultar.

 

Una manera que desinteresada por la evaluación del dato y la competición vuelve la mirada a lo que nos rodea, lo cercano, y que, además, desde antecedentes, hilos, lejanos como las casas del Garraf de Sert, la casa Ugalde de Coderch, las plataformas de Pantellería de los Per o las arquitecturas directas de Toni Alomar, Pere Riera o Pau Pérez, enlaza en el linaje de (ahora) jóvenes arquitectos que han recogido la herencia de sus "abuelos" desde miradas con el rabillo o magisterios nobles, honrados hasta la ingenuidad, como el de los profesores de construcción que atesoran la(s) escuela(s) de Barcelona. Sirvan las referencias de los Soldevila, Terradas, Sarrablo y Gironés como enlace y sentido de la(s) escuela(s) real que en los últimos diez años ha formado a los arquitectos de (y en) Cataluña y Baleares. Un gen en el que (sin querer) han resultado ser cómplices ETSAB, ETSAV -muy especialmente-, ESARQ, La Salle y -muy intencionadamente- Reus. Una complicidad que desde hace ya algunos años viene reiteradamente evidenciando de que modo se comparten orígenes y desacuerdos.

 

Una manera que (casi) obvia el culto del dato y se abona a la investigación de la relación entre la vida y las personas a través de la arquitectura, capaz de asumir todas las escalas. Una manera, estratégica si se quiere, que la actual situación permite entender por qué siempre ha estado ahí, obstinada.

 

Una manera que prioriza los gestos que vienen desde (los modos de) los arquitectos, dejando en su lugar (necesariamente secundario) los modos de lo administrativo y procedimental (que dominan las (irreprochables) gentes del derecho y la economía). Devuelve la arquitectura a los modos y pensamiento de la propia arquitectura.

 

Una manera de solidaria competencia, a la manera de la (eterna) arquitectura: la que privilegia la relación y no la apariencia ni su (supuesto) precio de mercado. La mas valiosa, por tanto.

 

Y es que la vida, el pensamiento, insisten en sobrevivir, y lo hacen con un poquito de tierra que quedó en una grieta de la piedra, con las primeras lluvias… Y si, sobre estas cuestiones se hablará, expondrá y documentará en Venecia. Gracias por la confianza.

 

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