Apuntes sobre lo que (todavía) no tiene nombre, pensando en el visado, los promotores de arquitectura y las valencias.
Síntomas y diagnósticos de un cambio (XI)
Si al revisar nuestras instituciones consideramos tradición, actualización e innovación como los tres estadios que permiten pulsar su esencia y destinos necesitaremos poder distinguir con claridad la distancia entre actualización e innovación. A modo de ejemplo es posible mencionar la llama de gas como actualización de la tradicional vela, siendo la bombilla eléctrica la innovación en ese linaje. La innovación, en consecuencia, trae nombres nuevos. O por decirlo de otro modo, mejor: detectamos la innovación cuando los nombres para ‘aquello’ todavía no existen. De hecho cuando algo adopta un nombre pasa de inmediato a poder ser considerado como un elemento de tradición. Así le ocurre a la bombilla eléctrica.
En esa lógica existen denominaciones que parecen escaparse, escurridizas, a saber: "arquitectura" y "arquitectos", pero sola y tradicionalmente cuando se consulta su definición a personas relacionadas con la producción de arquitectura o, últimamente, con su legislación. Si preguntamos a la ciudadanía discreta con toda probabilidad hablarán sin dudarlo de arquitectura como "el patrimonio construido" y de arquitectos como "las personas que producen la arquitectura: los autores responsables de la arquitectura". La gente lo tiene claro.
Y si seguimos escuchando notaremos que se nos explica, desde fuera de la arquitectura, la tradición, la actualización y la innovación como una misma cosa cuando se habla de arquitectura. Es decir: la ciudadanía, incluso sus representantes electos, confía en que la arquitectura no abandone ninguno de los tres estadios, que persista en la personificación de los tres a la vez. La "arquitectura" y los "arquitectos" son tradición, actualización e innovación a la vez a los ojos de los no arquitectos.
Lo es en la prensa, lo es en la literatura de superventas y de masas, lo es en los estereotipos tópicos de series televisivas…
Pero hoy pensábamos en los colegios ‘de arquitectos’, que por esa limpieza de los nombres quizás pronto pasen a denominarse "de arquitectura". Pensábamos en su sistema de visado, no tan viejo, pero discutido en su utilidad y agotado en su crédito si leemos los comentarios distribuidos aquí y allá por los arquitectos noveles (*) y, también, si atendemos las estadísticas de ingresos económicos de los Colegios. El visado es el vínculo que los Colegios ofrecen para con los promotores de arquitectura y para con los propios arquitectos. El visado es la pura esencia colegial.
La cuestión sería entonces: si el visado es la vela… ¿como imaginaríamos y denominaríamos a la bombilla?