Joaquín Bérchez es, en su esencia, historiador del arte, pero al contrario de la mayoría de sus colegas, posee, además de la erudición, una fina sensibilidad y un ojo ejercitado en el placer de las formas, un placer que la cámara le permite comunicar a los demás, enseñándonos a ver con ojos nuevos unas realidades mágicas, ocultas bajo la capa de lo cotidiano.
Para Joaquín Bérchez, las pedreiras de la hermosa ciudad de Vila Viçosa, en el singular territorio alentejano y núcleo metafórico del paisaje portugués, parecen haber sido una revelación, de la que nos hace partícipes a través de sus fotografías.
En Pedreiras, carne de dioses, las fotografías de Joaquín Bérchez nos adentran en ese inmenso vientre enjoyado de la naturaleza que son las profundidades de las canteras. Nos contagia la emoción de sus lustres ancestrales, ese brillar que llevó a los griegos a designar esta piedra ensimismada de belleza con la palabra marmâiro. Con su cámara recorre canteras vivas en plena extracción, o abandonadas, utilizando picados abismales y abiertas panorámicas para los titánicos frentes verticales. Los primeros planos de fragmentos reveladores de vetas y humedades, de hilos acuosos, sobre suelos y pies enfangados, alumbran en definitiva, gozos presentidos.
Vicente Lleó Cañal, en el catálogo de la exposición, nos avisa cómo “ante esas fotografías, no sabemos si estamos ante un decorado expresionista o ante los círculos infernales del Dante; no comprendemos la magnitud del espacio hasta que nos percatamos de que lo que parece una mota de polvo o una brizna de hierba son, en realidad, hombres o máquinas; paisajes desolados de una geometría abstracta que, sin embargo, nos deslumbran por su belleza y, como los paisajes de Friedrich, nos hacen conscientes de nuestra propia liviandad.
Ciudad: Sevilla
Agentes: Joaquín Bérchez