29 de julio de 2022

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sección: Tránsito

Ojos que no ven

 

Yo soy exactamente lo que ves, y todo lo que temes detrás.
Elías Canetti.

Reconozcámoslo, estamos un poco saturados de la Barcelona que se pone guapa vistiéndose de domingo para recibir a los turistas programados y para reconfortar al ciudadano orgulloso. Tanto esfuerzo en maquillaje enmascara ciertas carencias fisiológicas y sociales.
Fue comprensible el esfuerzo que se hizo hasta el 92 en limpiar la cara de la ciudad haciendo visible el entusiasmo de una transformación necesaria: la del espacio público. Fachadas, pavimentos, mobiliario urbano… fueron las herramientas que activaron una nueva confianza en la calle, contagiando a una ciudadanía participativa que entendió el papel vertebrador del espacio público para el desarrollo social.

Ahora bien, una vez limpiada la cara, la ciudad ha empezado a maquillarse tratando de esconder cicatrices y vergüenzas inconfesables que no encajan con las imágenes de postal. Si la limpieza de cara eclosionó en las olimpíadas del 92, el maquillaje parece que va a hacerlo en el Forum de las culturas 2004 donde se espera, por un lado, discutir sobre el frágil equilibrio de un mundo en convulsión y por otro, ofrecer sin fisuras, una imagen de ciudad guapa, orgullosa y supuestamente sostenible.
Algo no encaja.

Imaginemos un visitante que llega al aeropuerto de Barcelona en el 2004 y que se dirige en taxi al Fórum.
En este trayecto de aproximadamente media hora (aeropuerto – Gran Vía – Diagonal) habrá visto una muestra de obras de conocidos arquitectos internacionales: Ricardo Bofill, Richard Rogers, Jean Nouvel, Toyo Ito, Alejandro Zaera, David Chipperfield, mas Rogers, Zaha Hadid, MBM, Rafael Moneo, mas Bofill, mas Nouvel, Dominique Perrault, aún mas Nouvel, Enric Miralles, Oscar Tusquets, MVRDV, Josep Lluís Mateo, mas Zaera, mas Tusquets, Abalos & Herreros, Herzog + De Meuron… La imagen es idílica. Una muralla de buena arquitectura que conduce la percepción de la ciudad actualizada. Mas guapa, si cabe. Barcelona debe contener su ego ya que tanta belleza abruma y nubla la vista de otras realidades simultáneas que no por menos visibles son menos urgentes. Para ello, deberíamos empezar por relativizar los beneficios del turismo, por asumir el envejecimiento de la población, por adaptarnos a la creciente inmigración, por resolver el problema de la vivienda, por activar una mayor participación ciudadana… temas que tienen un potencial de experimentación arquitectónica enorme y que deberían afrontarse con el mismo mimo que los de aeropuertos, hoteles, museos, oficinas, teatros y centros de convenciones.

Y esto, por desgracia, no sucede. La arquitectura de autor se ha tercializado afrontando problemas relativos, concentrando la  energía en la producción de edificios bellos pero auto referenciados, mediáticos y escasamente participativos. ¿Que sucedería si estos mismos arquitectos estuvieran revueltos en el magma de la ciudad, sin la exigencia de construir su fachada representativa? Estoy seguro que las consecuencias supondrían una provechosa reorientación de la mirada pública, haciendo visibles otros problemas. Permitiendo demostrar en la calidad de estos arquitectos que la arquitectura también responde a realidades menos excepcionales. Todos ellos lo saben hacer y de hecho, todos lo han hecho alguna vez, de Nouvel a Herzog + De Meuron.

No hace mucho en BTV, el escritor Quim Monzó justificaba porqué los escritores apenas habían integrado la Villa Olímpica en sus narraciones. Según el, la artificialidad y presumible perfección del nuevo barrio, les aborrecía. Es ahora -apuntó Monzó- , diez años después de su inauguración, cuando la deficiente construcción, las grietas, los asesinatos, los malos olores y los muertos ahogados, han permitido que la Villa Olímpica se sumase como un barrio mas, a las miserias de la ciudad, provocando que los escritores empezasen a usarla como escenografía de sus relatos. De una forma natural, a mas miserias mas literaturas. A los arquitectos mejor conocidos les debería suceder algo parecido (a mas miserias mas arquitecturas), pero en general no es así, ya que lo que realmente les excita la imaginación es la máquina perfecta y el lugar sin referencias donde poder desplegar con libertad una imagen de futuro, haciendo invisibles las realidades que estorban o que jamás existieron, ya que ni las han visto, ni nadie les habló de ellas. Así se les encargó, y así lo hacen.

Mientras, Barcelona hierve por dentro, amurallada en su propia imagen y desbordada en la alegalidad. La carencia de políticas sociales decididas y la falta de arquitecturas que respondan a estas urgencias, hace que parte de la ciudadanía se oculte temerosa parasitando los despojos de la ciudad, invisibles a los ojos de quienes le dan torma.

Josep Bohigas, abril de 2003

(*) Nota de contexto

Agentes: Rafael Moneo