[Miquel Lacasta para scalae]
LA CIUDAD, EL TIEMPO Y EL VACÍO
En una reciente conferencia de Emilio Tuñón acerca de la mítica revista CIRCO, hablaba de la creencia de que la arquitectura, y por extensión la ciudad, trata más del tiempo que del espacio. En realidad esta era una de las tesis de Luís Moreno Mansilla, que Emilio compartía. Sin lugar a dudas, la construcción de la ciudad requiere de grandes dosis de tiempo, y por tanto deja siempre abierta la puerta al riesgo de que las condiciones para que ese tiempo ayude a llevar a cabo una idea de ciudad se vuelvan en contra de uno mismo. Por diferentes razones externas al proyecto urbano de Lyon Confluence, o como se llamaba originalmente Perrache-Confluent, el tiempo al que aludíamos antes se encargó de aniquilar el potencial de la ciudad dibujada y ganada en un concurso de Martorell Bohigas Mackay en asociación con el Atelier Melot y la paisajista Catherine Mosbach.
Hace pocos meses fui a visitar la primera fase construida de ese proyecto urbano, finalmente realizado por François Grether y el paisajista Michel Desvigne. Es decir, el espacio de tiempo que abarca el proyecto ganado por MBM en 1997 y la realización terminada de la primera fase del proyecto de Grether y Desvigne permite comparar dos situaciones, o mejor dos escenarios, casi contrapuestos de lo que podría haber sido ese proyecto con lo que es hoy día.
La historia del proyecto es una esas tantas historias absurdas que surgen al mezclar ambición, política y fatalidad. El resumen cronológico de esta pequeña historia no es especialmente singular. En 1996 el anterior alcalde y presidente de la comunidad urbana de Lyon, Raymond Barre convocó un concurso para recuperar 130 hectáreas del sur de la península formada por los ríos Saone y el Rhone, antiguamente destinadas a actividad industrial. En el concurso participan Ricardo Bofill, Michel Macary y Kenzo Tange, además del equipo de MBM. Del concurso, como puede deducirse, sale ganador el proyecto de MBM. La salud de Raymond Barre no le permite acudir a la reelección y es sustituido en 2001 por Gèrard Collomb. Como en tantos casos y sin justificación aparente, el equipo de MBM queda apartado del desarrollo del proyecto, y, vía nuevo concurso, Grether y Desvigne resultan ganadores de la orientación impuesta por el nuevo equipo municipal.
La visita in situ a la ciudad de Lyon deja un sabor agridulce al comprobar cómo la superposición de arquitecturas singulares no es en absoluto un recurso que asegure la condición urbana. Me explico sin entrar en detalles. El proyecto de Grether confía ciegamente en lo objetual como elemento estructurador y determinante de esa vasta porción de ciudad. La colección de edificios, y de sus arquitectos es significativa. Podemos encontrar firmas de reconocido caché, como son Lipsky+Rollet architectes, Manuelle Gautrand, Massimiliano Fuksas, MVRDV-Winy Maas, Jean-Michel Wilmotte, Jakob-Mac Farlane, Rudy Ricciotti, Odile Decq, etc. La estructura urbana propuesta se asemeja a un tapiz, donde emplazar objetos arquitectónicos, algunos de indudable interés, y dejar que la supuesta bondad de cada proyecto, sea capaz de convocar las condiciones para que la ciudad, la mejor ciudad posible, surja. En resumen, se confía en la actitud del coleccionista, que tras una ardua labor de rastreo, obtiene el placer del criterio a partir de la acumulación de singularidades.
En contraposición al espíritu coleccionista de llenos arquitectónicos, me quedo con los dos ejes vertebradores del proyecto, extraídos de la memoria del concurso de la oficina Barcelonesa: Este trozo de ciudad la imaginamos con las características formales que en Europa determinan el carácter urbano de las ciudades y que son los siguientes: 1.- La organización de los espacios públicos, vertebradores de la ciudad mediante las calles, las avenidas, las plazas, jardines y parques. 2.- La organización de la edificación hecha, principalmente, por medio de manzanas.
En pocas palabras, MBM confía en los vacios para hacer ciudad, en las plazas, jardines, en las calles, etc. Incluso cuando se trata de edificar, escogen la tipología de la manzana (en ese caso una manzana más grande y menos apelmazada que la del ensanche de Barcelona), es decir en la única tipología edificatoria que incorpora en su definición, la geometría de un vacío.
Aquí reside la principal diferencia en la manera de entender una ciudad, la ciudad que confía en sus llenos, en sus construcciones y objetos, y la ciudad que confía en sus vacios, en esos lugares donde es el ciudadano el que los dotará de vida.
Creo que para hacer arquitectura y para hacer ciudad necesitamos tener tanto el tiempo y el vacío de nuestro lado, aunque eso sea aproximar nuestra profesión a una dimensión metafísica inicial, para llegar después a configurar una realidad hiperfísica.
Miquel Lacasta – Dr. Arquitecto
Barcelona,Enero 2013
Este artículo forma parte de las aportaciones de Miquel Lacasta_archikubik al debate abierto y colectivo propuesto por scalae.net en el que se confrontan cuestiones de interés personal de los autores, en muchas de las ocasiones no profesionales ni relacionadas directamente con la arquitectura, con hechos o detalles concretos relacionados con los principios, procesos o situaciones de arquitecturas de otros autores, en esta ocasión de O
riol Bohigas y el estudio MBM arquitectes.
El artículo, en una versión revisada y definitiva, podrá formar parte de los ejemplares monográficos de la colección de ebooks de arquitectura + arquitectos de scalae «…about Oriol Bohigas» o «…from Miquel Lacasta_archikubik»