1st extract | primer extracto
Carlos Ferrater and Félix Arranz in conversation. 2003, september.
In the heart of Barcelona’s Ensanche, on Calle Balmes where it almost intersects with Diagonal, the street hums with the humid Mediterranean heat of June and the noise of the speeding traffic that rounds off a Friday afternoon. For all that, noise and heat have remained outdoors. Good insulation. The conversation takes place at the far end of the studio, at a small round table beside a patio with white reflections and bamboo. A competition probably came to an end the day before and that’s why the studio seems strange without all the hullabaloo and frenzy suggested by the notice boards. At midday and the weekend they’ll all be there. As usual.
Conversación: Carlos Ferrater, con Félix Arranz. 2003, septiembre.
En el corazón del ensanche barcelonés, casi Balmes con Diagonal, la calle ruge por el húmedo calor mediterráneo de Junio y por el ruido del tráfico apresurado que apura un viernes por la tarde. Sin embargo, ruido y calor urbanos han quedado fuera. Buen aislamiento. La conversación tiene lugar en el fondo del estudio, en una pequeña mesa redonda, junto a un patio de reflejos blancos y de bambú. Probablemente, el día anterior se terminó un concurso y por eso el estudio parece extraño sin la algarabía y el frenesí que sugieren los tableros. A mediodía, y el fin de semana, estarán todos. Como siempre.
[English]
Carlos Ferrater: I wanted to be a nuclear physicist, as a kid I thought it was the highest thing you could aspire to when it came to developing the intellect. The scientific disciplines linked to the mysterious energy of fission…
I grew up in the midst of the bouncy personality of my father and the artistic leanings of my mother, who drew using wash techniques, and my grandfather, the painter Lambarri, who in the 1920s did the covers for Vogue magazine in Paris and London, and drew for ABC and Blanco y Negro. I spent many a fascinating hour in his house in Madrid, watching him paint and clean the oil out of his brushes in his pyjamas, and I’d accompany him to the Prado where he did sketches whilst giving me explanations in which I sensed that his air of certainty was interspersed with a sense of unease.
I completed the baccalaureate at the Jesuits in Sarriá and enrolled in Architecture after a short incursion in the Faculty of Medicine. Following a selective year at the Central University, I entered the ETSAB, and rather than thinking in architecture terms, I immersed myself in subject areas like drawing, with a training period at the Sáinz de la Maza academy, where for months on end I drew hands and ears; line drawing, with endless exams in which we had to do cross-sections of the Cathedral or draw the National Provident Institute building with its hundreds of balustrades; Canosa’s descriptive geometry; Pi Calleja’s matrix and integral calculus; Fernández’s tensor calculus and the structures of Margarit-Buxadé and Bordoy, a teacher who, pace his political ideology, turned the calculus of structures into a very interesting experience. I think it was extremely positive to learn all these subjects in their own watertight compartments and not as applied directly to project design.
At that time the School per se almost didn’t exist. The time was spent between meetings, demonstrations, walkouts and closures.
In Barcelona, a group of teachers who’d taken sides politically was ejected from the School, thus generating an avant-garde atmosphere at the professional, ideological and cultural level. In different forums and studios they proposed projects and undertakings of great interest. In their entourage a group of students and young architects evolved who made up what later became known as the Barcelona School, which emerged at the end of the 1980s and was at the forefront of the transformation of the city in ’92.
So, my schooling passed off in other places, practically, given that the architecture being taught at the School had ceased to interest me.
–Traducción al inglés: Paul Hammond–
[Español]
Carlos Ferrater: Quería ser físico nuclear, de niño pensaba que era la máxima aspiración para desarrollar el intelecto. Las disciplinas científicas unidas a esa energía misteriosa de la fisión…
Crecí entre la personalidad vital de mi padre y las inclinaciones artísticas de mi madre que dibujaba con técnicas de lavado, y de mi abuelo, el pintor Lambarri, que en la década de los 20 realizaba las portadas para la revista Vogue en París y Londres, y dibujaba para ABC y Blanco y Negro. En su casa de Madrid pasaba horas fascinado, viéndole pintar y escurrir el óleo de sus pinceles en el pijama, y acompañándole al Museo del Prado en donde realizaba apuntes mientras me daba explicaciones de las que yo intuía inquietudes entresacadas de sus certezas.
Acabé el bachillerato en los jesuitas de Sarriá y me matriculé en Arquitectura después de una breve incursión en la facultad de Medicina. Después de un año selectivo en la Universidad Central, ingresé en la ETSAB, y más que pensar en clave de arquitecto, sufrí una inmersión en asignaturas como el dibujo, con aprendizaje en la academia de Sáinz de la Maza en la que dibujé durante meses manos y orejas; el dibujo lineal, con exámenes interminables en los que debíamos seccionar la Catedral o dibujar el edificio del Instituto Nacional de Previsión con sus centenares de balaustres; la geometría descriptiva de Canosa; el cálculo matricial e integral de Pi Calleja; el cálculo tensorial de Fernández o las estructuras de Margarit-Buxadé y de Bordoy, un profesor que más allá de su ideología política, convertía el cálculo de estructuras en una interesantísima experiencia. Creo que fue muy positivo aprender todas esas materias en compartimentos estancos y no aplicadas directamente al proyecto.
En esos años, la Escuela como tal casi no existía. El tiempo transcurría entre asambleas, manifestaciones, paros y cierres.
En Barcelona, un grupo de profesores, que se había significado políticamente, fue expulsado de la Escuela generando un ámbito profesional, ideológico y cultural de vanguardia. Desde distintos foros y estudios proponían proyectos y realizaciones de gran interés. En su entorno se desarrolló un grupo de estudiantes y jóvenes arquitectos que constituyeron la después llamada Escuela de Barcelona, que tuvo su eclosión a finales de los 80, protagonizando la transformación de la ciudad en el 92.
Así mi aprendizaje transcurrió prácticamente en otros lugares, ya que la arquitectura que se enseñaba en la Escuela había dejado de interesarme.
Los siete extractos que corresponden a la conversación son:
The seven extracts from the conversation are:
01 the highest thing you could aspire to | la máxima aspiración…
02 un profesor que no he tenido | one teacher I didn’t have…
03 proyectos en pequeña escala | projects on a small scale…
04 una estructura profesional | a professional structure…
05 el estuche de un Stradivarius | the Stradivarius violin case…
06 cuando no existe el material preciso | when the precise material doesn’t exist…
07 trabajar en Barcelona | working in Barcelona…
INDEX …self Carlos Ferrater, 7 chapters extractos
Autoría de la imagen: Félix Arranz