Síntomas y diagnósticos de un cambio XXVI (incluido en boletín 28)
14 de enero de 2010

Hasta ahora, sin darnos cuenta, los arquitectos españoles nos hemos acostumbrado a circunstancias extraordinarias que -posiblemente- hemos vivido como ordinarias. Una de ellas fue la «vieja» lógica colegial, aún añorada por los nostálgicos, con todo aquello de las tarifas y la gestión colegial del cobro, etc.

Otra, que persiste todavía, es el hecho de que las personas que circulan por colegios y despachos profesionales, escuelas de arquitectura públicas y privadas, son de un perfil muy similar: arquitectos-as con experiencia profesional como arquitectos-as «de oficio y obra». Hoy nos damos cuenta de que es un hecho realmente extraordinario.

No hace tanto, en 1992, cuando nacía alguien que este curso empieza la carrera de arquitectura en una universidad española, cuando los plenos del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España y de la Conferencia de Directores de Escuelas de Arquitectura de España se reunieron en Zaragoza con ocasión de la I Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Zaragoza, se declaraban en España 20.000 arquitectos y 20.000 estudiantes de arquitectura repartidos en 10 escuelas.

Desde entonces y hasta hoy han cambiado muchas cosas, algunas ahora mismo están cambiando para siempre, los números se han triplicado, pero la circunstancia aludida permanece todavía: las personas que circulan por las escuelas de arquitectura, como profesorado, y por los colegios profesionales, como responsables o como colegiados, son gente con experiencia profesional.

Por otra parte el movimiento de estas personas entre diferentes universidades e, incluso, entre diferentes colegios es constante, de modo que podría hablarse de una circulación académico-profesional en la que los agentes intercambian contínuamente sus posiciones de modo que finalmente su característica común es, si: que se trata de arquitectos con experiencia profesional «de oficio y obra».

¿Será siempre así? Es evidente que no. Por una parte la universalización de la formación universitaria y la consecuencia de la oferta de un número mucho mayor de Escuelas de Arquitectura Españolas (el curso próximo posiblemente sean 40) y por otra parte las dificultades de acceso al trabajo profesional «de oficio y obra», incluso para quienes ya están en ello, dibujan como previsible un personal altamente profesionalizado como docentes universitarios, como gestores colegiales y como arquitectos colegiados en ejercicios profesionales diversos pero sin experiencia profesional «de oficio y obra».

Es la realidad que quiere ser dura y real, sin más.

De todo ello se trasluce una oportunidad: es ahora oportuno, claro, en un momento en el que son todavía gentes iguales quienes transitan lo profesional y lo académico, que se pongan de acuerdo, que acuerden, en las cosas que mutuamente les afectan e intentando evitar liderazgos sobre lo académico de lo profesional o sobre lo profesional de lo académico. Ahora, precisamente, no tiene sentido, siendo todos de un mismo perfil: arquitectos con experiencia profesional «de oficio y obra», pretender ser diferentes.
No son diferentes los arquitectos de una comunidad respecto de otra, no son diferentes los arquitectos profesores de universidades públicas o privadas, no son diferentes quienes enseñan de quienes construyen, sino que comparten una lógica idéntica y -de hecho- son y resultan perfectamente intercambiables.

En escasamente diez años el panorama será otro muy diferente. Faltan dos relevos generacionales para observar que los profesionales «de oficio y obra», los docentes y los responsables corporativos serán gentes diferentes, tipos diferentes de arquitectos.

El 25 de Enero se reune en Zaragoza el Pleno de Directores de Escuelas de Arquitectura de España. Posiblemente reciba ese pleno los resultados de toda una discusión colectiva que ha durado años en nuestro país, de modo que culmine un trabajo que le corresponde trasladar y cerrar con los Ministerios competentes en una situación que dentro de poco se considerará extraordinaria: todavía casi todos sus participantes son arquitectos con experiencia profesional «de oficio y obra». Sea entonces positiva la circunstancia y la oportunidad.

Hemos leido la carta de Paloma Sobrini, que avanza los contenidos de un planteamiento anunciado y conjunto producido por el CSCAE, la CREARQ y el Ministerio de Educación con su ayuda y del consejo andaluz. Sin embargo lo que se anuncia no es un final, sino una base de principio. Queda trabajo, queda escuchar y hablar con el Ministerio, los Ministerios, queda la ratificación de quienes, no siendo diferentes todavía, trabajan desde la Conferencia de Directores de Escuelas de Arquitectura de España.

Es evidente, hablamos de la convergecia europea, del EEES, del Master 360, de habilitación profesional, de las prácticas profesionales, del título de arquitecto y del grado de arquitectura y también de movilidad entre disciplinas próximas, escuelas y naciones europeas. Queda mucho trabajo, muchos matices, si. Le toca a la Conferencia que recoge su propio testigo junto al de estudiantes y profesionales. A ver que sale. En Zaragoza, el 25.

Félix Arranz

 Artículo incluido como editorial en la circular semanal «boletín SCALAE» en su edición 028