Principios y procesos de una situación plural.
Sobre la ruleta de eurovegas, lo oportuno e inoportuno, el negro, el rojo, los potenciales de arquitectos y arquitectura y la confianza que perdimos… pero está en algún rincón de casa que no recordamos
Con eurovegas, que esperemos adopte un nombre mejor singularizado una vez establezca su lugar, si así ha de ser, se ha destapado en estos días una doble vuelta de tuerca que va mas allá de la discusión sobre la oportunidad laboral o inoportunidad medioambiental de la iniciativa para centrarse en la directa evaluación de los posibles agentes implicados y de las alternativas que suponen en las actitudes de quienes tarde o temprano se habrán de expresar mediante el uso o la denuncia. Concretamente hemos leído en la prensa que un solvente, prestigiado y bien valorado, estudio barcelonés como lo es el de Mercedes Berengué y José Miguel Roldán, está desarrollando por encargo de la Generalitat tres estudios de tres localizaciones alternativas para alojar el emprendimiento lúdico-empresarial. Cabe la posibilidad de que los estudios que desarrollan estos arquitectos nieguen la posibilidad de la implantación o, también, que desvelen una real oportunidad. Esta situación a hoy, inesperada, confusa pero con presencia de elementos inteligentes, de posible confianza, nos lleva a razonar sobre este asunto a su «propio modo»: el de la ruleta…
Apostar al negro. La apuesta al negro podría ser aquella en la que todos seguimos haciendo trampas, incluída la banca «siempre gana» y, también, los ciudadanos suicidamente ingenuos, ajenos o forzadamente marginales. En el negro los comportamientos son exactamente los conocidos y experimentados en los últimos lustros, de modo que la clase política derive como pollo sin cabeza al vaiven de las encuestas y shares intentando que beneficie o que no perjudique sus expectativas electorales del modo mas políticamente correcto posible; los grupos o partidos minoritarios exageren desde planteamientos economicistas o morales los beneficios o los perjuicios de todo o de casi nada y, finalmente, la ciudadanía mantenga esa extraña satisfacción que le permite saberse o imaginarse al margen y en consecuencia escandalizarse o ilusionarse, alternativamente, sin importar demasiado «qué» ni «porqué» pero si importando los calificativos o los elogios sonoros. En esta apuesta, al negro, se han conocido en Cataluña, y en el cercano Aragón, precedentes «suaves» de asuntos aparentemente similares al de «eurovegas» como algunos viejos planes de «ciudades de ocio y juego» en los alrededores de Port Aventura allá por los noventa que pienso que jamás llegaron a cuajar o precedentes «duros» como la iniciativa «Gran Scala» en el desierto de los monegros, que nunca se ha llegado a saber si de pura trampa no era sino directamente timo, también olvidado, aunque dejando unas cuantas estampas que vistas hoy resultan tristemente cómicas. En esta apuesta, la del negro, la tónica es la del secreto, los agentes son anónimos, nadie sabe nada incluso cuando está participando en ello y todo el mundo -en el fondo o por defecto- está en contra. Es una tónica cada vez mas inútil por defectuosa, no es rentable apostar al negro: ningún político en su sano juicio, que por supervivencia lo ha de ser el de la mayoría aunque con intereses y morales bien diversos, se la juega hoy en los terrenos donde los valores medioambientales, los flujos económicos, los derechos colectivos y el respeto a los procedimientos legales ya existentes tengan presencia. Si lo hace acabará en el trullo y lo sabe. Mejor: gracias a los cepos que -por un lado leyes y venganzas cruzadas y por otro lo definitivamente incontrolable de las redes sociales y whatsapps- se han repartido en el paisaje social y político es tan enorme el esfuerzo de la simulación «honrada y honrosa» del tramposo, tan escaso o efímero el posterior beneficio personal y tan clamorosa la desacreditación personal que nadie está dispuesto a ser el siguiente… ¿Millet?, que ya no puede ni acercarse a un restaurante sin riesgo de que la parroquia pida su inmediata exclusión. La apuesta al negro es pensar que nada ha cambiado y que nos la van a dar con queso tanto si va adelante eurovegas como si no. La apuesta al negro no es conveniente ni pertinente: no ha de ser posible.
Apostar al rojo. La apuesta al rojo, que puede ser un espejismo que se deduzca de las recientes identificaciones de agentes en los previos arquitectónicos de eurovegas, consiste en pensar, siquiera por un momento… ¿y si, no sin dificultades y atrapados en sus propios laberintos, están la administración y los responsables políticos actuando con visión? o ¿existe una variante en la que eurovegas, desde su implantación, planeamiento y ciudad-arquitectura resultante pueda ser algo a valorar en un futuro?. Tercer intento… si hubiese una manera de ir adelante con lo (parece que) inevitable: la satisfacción de la avaricia de los inversores (que sabemos que somos o podemos ser todos, aunque no tengamos un duro), de modo que ese movimiento suponga un beneficio real tanto para los lugares como para las gentes… ¿es Cataluña un lugar del mundo y de los tiempos preparado para ello, para resolver ese dilema? Mi opinión es que ese dilema es el dilema eterno de las civilizaciones humanas y que nuestros viajes de estudios, culturales o turísticos lo son a lugares del mundo donde en algún momento sociedades diferentes tuvieron éxito o fracasaron en dar forma a ese conflicto. Siendo así, y en la «difícil confianza» de un sistema que vigila y protege lo tranquilizador de lo convencional y lo castrante de lo mediocre pero que también se permite escapar o aflorar el ingenio y la inteligencia, la apuesta al rojo puede que sea aquella en la que es posible hacer saltar los cerrojos de la indiferencia, de lo «legal» incluso dentro de lo legal. Difícil. Se necesita mucha inteligencia, riesgo y generosidad entendiendo que una de sus posibilidades es abandonar la iniciativa siendo otra, y nada mas, ir adelante con ella. La apuesta al rojo es frágil e ingenua, es pura lotería y nos hemos acostumbrado a pensar que es cosa de otro mundo. La apuesta al rojo es un sueño… ¿imposible?
El rumor insiste en que eurovegas se instalará en Cataluña y que lo hará donde antiguos y nuevos propietarios subastan ya las alcachofas de su memoria y de su desmemoria, pero la ilusión del rojo y el potencial real de la arquitectura que habrá de seguir a todo ello nos permite pensar que quizás sea esta una brecha donde destripar lo nada sensible del común que hemos conocido y, en cambio, forzar la posibilidad de un común que tan apenas sospechamos. Un común, que a través de la inteligencia individual y colectiva puede descartar, impedir o resolver, no sabemos ahora. Y queremos saber para por fin poder opinar.
Rojo o negro, o sus desvaídas derivadas y mezclas, han de compartir la presencia de quienes explican con arquitectura como es y vive la gente: arquitectos. Ahí están y estarán. ¿Queda confiar en la suerte de los arquitectos?
Una última variante: el cero. La ruleta contempla un tercer caso que es cuando la bolita descansa en el cero, en principio una posibilidad de las 37 posibles. Es la (no posible) apuesta llamada al «verde» siendo el caso en el que el beneficio es exclusivo de la banca, del dueño de la ruleta, de la pelota, por decirlo de un modo escolar.
Negro, rojo o cero. ¿Queda confiar en la suerte?* ¿Queda confiar?
*Jordi Badía ha aprovechado recientemente una circunstancia habitual, la corrección pública de proyectos finales de carrera, para rescatar una conversación abierta en el lugar público del CCCB sobre el frente de mar, «waterfront«, en la zona de Montjuic, de Barcelona. Un mecanismo simple que, por unas horas, recordó a arquitectos como Oriol Bohigas, Carles Llop, Mario Corea, Esteve Bonell, Antoni Casamor, Josep Ferrando, Mamen Domingo, responsables del puerto marítimo como Adolf Romagosa y a las asociaciones de vecinos del Poble Sec, entre muchos estudiantes y curiosos, que nunca nada esta hecho para siempre ni del todo y que la valentía autocrítica es el mas eficaz de los mecanismos que llevan a acuerdos colectivos. Pero para llegar a ese punto se ha de tener otra valentía: la de mostrar lo que hay, y lo que no hay.