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Principios y procesos de una situación plural.
Arquitectura, geografía, generaciones y etnografías ibéricas: sobre las cuatro tribus, sus lugares de encuentro y la promesa de un mestizaje próximo y necesario…
Definitivamente Junio esta siendo un hervidero de actividades «imprescindibles» y parece que julio también viene movido. Toman el relevo, en Barcelona, a las simultaneidades ya citadas de la semana pasada, en Vigo y Pamplona, el inicio inminente de la fadfest del FAD, hoy martes, y del «think tank» eme3, mañana miércoles.
Puede que estas convocatorias, sin proponérselo, por diversas y por la disparidad de los agentes que en ellas intervienen, estén identificando y diferenciando algunas de las ¿cuatro? «tribus» que conviven actualmente en España, en arquitectura. Tenemos margen hasta llegar a las doce.
Viene al pelo entonces, y lo cuento, porque hace algunas semanas intentaba hilar una explicación -sin demasiado aparato- que permitiese a los asistentes en Argentina al encuentro en el que participaron Langarita+Navarro y Camps+Felip (antes arquitecturía) tener una panorámica de contexto sobre los modos y maneras de los arquitectos españoles, especialmente sobre «los que empiezan». Intentaba una explicación alrededor de quienes están elaborando sus «principios»: sobre estas cuatro «nuevas» tribus. ¿Nuevas? Veamos.
Repasando, para ese fin, la terminología (*), los hallazgos y las catalogaciones de tres ediciones sucesivas de arquia/próxima y -especialmente- releyendo las declaraciones de «principios» que todavía algunos equipos «próximos» incluyen en los perfiles personales que se incluyen en su registro, confirmaba una coyuntura actual por la que viene siendo habitual que «principios» y «procesos» se entiendan como un mismo asunto, siempre para quienes «empiezan».
Sirva como evidencia la identificación colectiva que, ya en la primera convocatoria de 2008, consensuaron mayoritariamente los «próximos» por votación abierta, en el trabajo de Francisco Cifuentes y el «estudio para el pintor Damià Jaume«, en Mallorca.(**) donde la arquitectura se consideraba un resultado «directo», sin apenas intermediaciones de agentes diferentes del habitante mano a mano con el arquitecto ni tampoco (aparentes) de protocolos como el propio proyecto. De la cabeza a las manos: antes construir que proyectar.
Dicho de otro modo: Se alzaba una «tribu» -mayoritaria entonces, para quienes mantienen una voluntad de oficio- que privilegia la construcción como proceso pero asumiéndola como «principio» radical tanto en lo expresivo como en lo investigador como en lo… escaso. Sin embargo ya en el foro de 2008, y más aún con las convocatorias siguientes, han alzado la mano «tribus» alternativas mas atentas a los principios/procesos de raíz social o política por un lado y, por otro, las «tribus» -y ruego disculpas por el abuso de un término de escaso grosor- que encuentran sus motivaciones en los principios/procesos transversales o interdisciplinares. A estas tres, todas ellas enfocadas a acciones que terminan por producir formas o relaciones urbanas y/o edificadas, se añade una cuarta muy vinculada a la cultura «crítica» y de la red y, posiblemente, transversal a las demás.
En mi opinión el encuentro de Vigo se vincula con el último de los casos, llamémosle de principios/procesos críticos, y posiblemente haya de ser a la larga el de mayor influencia sobre los demás; el congreso de la Fundación Arquitectura y Sociedad, de Pamplona, va poco a poco dando el relevo en sus sucesivas ediciones -desde las posturas extremas y magníficas pero ya fuera de tiempo y voluntad que identifican transparentemente algunos de sus participantes como Foster o Piano– a actitudes que ofrecen una esperanza limpia a la vigencia de la alta cultura solidaria con los procedimientos técnicos y con la (hoy por fortuna ineludible) sensatez instrumental, social y medioambiental que tan meridianamente ofrecen las realizaciones de arquitectos como Francis Keré o de Solano Benítez. Seguramente sea el fadfest la convocatoria que más claramente se decanta por la exploración de la interdisciplinariedad, amparado en la federación «republicana» de las diversas asociaciones que integran el barcelonés FAD, y con ello ofrezca un lugar a quienes han hecho de lo transversal -diseño, arte, artesanía, moda…- su particular encomienda de principios/procesos. Queda entonces eme3 donde, ya se adivina, esperamos conocer y debatir los modos y maneras basados en el «bottom-up» (de abajo a arriba) como contraposición a las culturas de jerarquía «top-down» (de arriba a abajo); es decir: principios/procesos de raíz fundamentalmente social o política, identificados en los dos conferenciantes inaugurales: Cirugeda y Jaque y en las propuestas de debates conducidos por Ethel Baraona, Ramón Paramon, Santi Ibarra y David Juárez.
Pero… ¿porqué acuden sólo arquitectos a estas convocatorias? Siendo mas sinceros: ¿porqué solo acuden estudiantes de grado y posgrado de arquitectura a estos encuentros?. En la medida en que las cuatro tribus sepan dar con la respuesta y ofrecer una apertura real a los «demás» arquitectos, a la sociedad y a sus ávidos habitantes tenemos garantizado un momento extraordinario para la arquitectura como expresión de una «nueva» sociedad. De momento seguimos con interés las convocatorias de las cuatro tribus o esquinas, en la esperanza que los pasos que conectan unas con otras terminen por dibujar un mapa autocrítico, consciente y de oficio, atento a todo «lo otro» y definitivamente social, crítico y solidario. Sirva así este mapa de cuatro esquinas, cuatro tribus.
(*) Un apunte para quienes desconozcan esta terminología: Quienes estudiábamos arquitectura en Barcelona, digamos que hace unos veinticinco años, atendíamos de manera inconsciente la herencia de una frase que no teniendo dueño documentado en ocasiones se atribuye al paso de Rafael Moneo por la ciudad condal: «como arquitectos, al proyectar, convertimos conceptos abstractos personales y colectivos en una situación edificada a través de un procedimiento constructivo». Una frase, código adn, que resulta posiblemente compartida con muchas otras escuelas, pero que en su énfasis en la construcción como proceso aglutinador ha marcado, quizás también por la ausencia o subsidiareidad de otro tipo de procesos, el carácter de la llamada «escuela de Barcelona». Viene esto al caso porque esa enseñanza, además de secuenciar tres tramos significativos -conceptos abstractos como «principios», situación edificada como «resultado» y procedimiento constructivo como «proceso» que une los dos anteriores- ha sido para muchos también útil al revelarse como instrumento eficaz para enfrentar cuestiones que no siendo edificación se abordan como se aborda la arquitectura.
(**) Sentando uno de los mas evidentes precedentes de la necesidad -retomada, esperamos, con la propuesta para el pabellón de Catalunya y las Baleares en Venecia que actualiza, documenta y razona ese hilo- del reconocimiento de las «arquitecturas para la vida» como las propias de las generaciones mas comprometidas, desde el mediterráneo, con la materialidad y la (social y ambiental) permeabilidad.