…a enseñar a aprender… oficio de arquitectos

1 de mayo de 2024

Sesión de taller PFC MArqEtsaB, línea Regeneración Urbana, curso 2023-24

Editorial publicado en el boletín SCALAE de 1 de mayo de 2024 [ver el boletín]

[SCALAE, editorial]

[aprender]
Del lat. apprehendĕre.

1. tr. Adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia. U. t. c. intr. Hay que aprender DE los propios errores.
Sin.: formarse, instruirse, ilustrarse, aplicarse, prepararse, ejercitarse, aprehender, cultivar.
Ant.: desaprender, ignorar, enseñar.
2. tr. Concebir algo por meras apariencias, o con poco fundamento.
3. tr. Fijar algo en la memoria. No consigo aprender su teléfono.
Sin.: memorizar, estudiar, empollar1, asimilar.
Ant.: olvidar, desaprender.
4. tr. desus. prender.
5. tr. desus. Enseñar, transmitir unos conocimientos.

Diccionario de la Lengua Española, RAE

 

Quizás os ocurrió u ocurre, en Barcelona o en otras escuelas españolas, tener profesorado que viene, digamos, poco a clase.
En nuestro caso ocurrió en cuarto curso.

Barcelona en los ‘80s, la barcelona de los arquitectos, era un frenesí de ilusión y realidad por la actualización de la ciudad.
En esos años la conexión de la escuela, la ETSAB, con la ciudad y el ayuntamiento era total.
Era la etapa post-transición y pre-olímpica.
Fue el momento en el que se fraguó la explosión del espacio público, el diseño urbano barrio a barrio, la escuela como laboratorio* de proyectos para el tejido de la ciudad próxima, por venir… aunque tenía también algunas consecuencias, pequeños daños colaterales… 

El profesor que nos asignaron en proyectos de cuarto tenía responsabilidades notables en el ayuntamiento, como director de Proyectos Urbanos, paralelas a las de profesor asociado en la universitat politécnica.
Con las consecuencias anunciadas: la superposición de sus citas municipales de reuniones, visitas ineludibles de obras ineludibles, etc., con el horario de nuestras clases era constante, sin remedio, tal y como nos contaba, poco, cuando venía a clase.
Se disculpaba, si.

A finales del año pasado tuve la oportunidad de compartir con aquel profesor una cena. Una gentileza que agradezco a J. L. Mateo al coincidir los tres en la presentación de su último libro “en tránsito”.
Nunca antes había ocurrido coincidir de una manera tan cercana. Así que, mas de treinta años después, aproveché la ocasión para contarles a ambos sobre aquel curso de cuarto de proyectos desde nuestra óptica, la de -los entonces- estudiantes.
Era algo pertinente, entre profesorado, además de ocasión para ajustar algunas cuentas pendientes.

Le dije: te cuento que cuando fuiste profesor mío apenas venías a clase.
¡Ah! ¿fui profesor tuyo? ¡qué cosas! ¿bien? 

Pues la verdad es que fue bien, puede que fuese el mejor curso de la carrera, pero pensamos que fue precisamente gracias a que no venías. Que no vinieses siempre a clase, por ejemplo, me supuso un día aceptar la propuesta de un compañero para que le “corrigiese” su proyecto, cosa que se extendió al resto de la clase. Por unas semanas te llevé el curso, comprometido por la espontaneidad de mis compañeros. Afortunadamente, varias sesiones después, alguien me ofreció lo contrario: corregir mi proyecto y desde ese momento pasamos a corregirnos mutuamente, todo entre todos nosotros.
¡Ah! estupendo, qué bien. 

No, no tan bien, porque cuando venías me metías bulla con las maquetas y ponías en entredicho si las hacía yo o si me las hacían profesionales maquetistas. Me dolía.
–Vaya… lo siento. ¿Pero te puse buena nota?

Si, muy buena, pero no te preocupes, descuida, ya entendí que se trataba de un elogio, a tu manera. Por otra parte conseguí mi pequeña venganza ese mismo verano cuando me encontré por la calle un gato de color gris al que le puse “Acebillo” de nombre y del que mi madre, estando de vacaciones en un pueblo aragonés, me reclamaba constantemente: ¡Ven a ayudarme que Acebillo se ha vuelto a subir a un árbol, es muy torpe y no sabe bajar!,

Y mi viejo profesor, J.A. Acebillo, se partía de risa, también J.L. Mateo, al contarles la historia completa. 

Por eso me permito compartirlo con vosotros.

El fondo y motivo de lo que os cuento, chascarrillos personales aparte, tiene que ver con lo que ya fue habitual en los años siguientes…
Algunos de mis compañeros y compañeras venían de familias de arquitectos y/o trabajaban en estudios profesionales. ¡Tenían un conocimiento del oficio que envidiaba y me descorazonaba ver que tan solo con las clases en la escuela y con profesores que se ausentaban no tendría oportunidad de alcanzarles!

Pero al “corregir” los proyectos de los compañeros, en los que aplicaban y explicaban técnicas de proyecto relacionadas con los materiales, las medidas, rutinas geométricas y matrices espaciales cotidianas desde niños o en sus trabajos en despachos… pude ingresar por fin en la formación de una profesión fascinante. Al “corregir” los trabajos de otros… lo real era que mis compañeros me estaban enseñando lo que sabían y yo desconocía. Me dí cuenta de que mis profesores oficiales de proyectos, hasta la fecha, se limitaban a opinar, habitualmente sobre la distribución, o en abstracto sobre imaginarios de todo tipo; no me enseñaban el oficio, en mi opinión. En cambio, y gracias a las “correcciones” a y de mis compañeros, mis profesores reales de proyectos, empecé a establecer la conexión entre lo que desgranaban I. Paricio en construcción y J. Quetglas en Historia. Esa conexión por la que pretendes proyectar trenzando ilusión, experiencia, conocimiento y oficio.

Estos días corre en la red, en los engranajes de HIC, un texto para enmarcar de P. Azara en el que la primera frase es el resumen del texto completo: “Un profesor no debe hacer alarde que sabe lo que los alumnos no saben, sino que debe compartir conocimiento”. J. Quetglas escribió, a su vez, en el artículo “desertad las aulas”: “En la Escuela tienes a los mejores profesores. Cualquiera puede ir a escucharlos, no importa curso ni horario. No pasan lista.” Se refería a los libros de la biblioteca en los que arquitectos relevantes transmiten su experiencia, su oficio, sin intermediación para concluir en la necesaria irritación contra el profesorado como detonante de la deseable y personal exploración bibliográfica, para algunos quizás aplazada eternamente.

Me viene todo esto a la cabeza, e insisto en ofrecer disculpas por alargarme en historias personales, porque una espléndida arquitecta y profesora de proyectos de la ETSASevilla, Sara de Giles, nos ha dicho que inician algunas de las sesiones de taller con las cápsulas*** que publicamos semanalmente, en las que arquitectos y arquitectas, sin intermediación, explican, enseñan, comparten, su experiencia de oficio.

Me viene todo esto a la cabeza porque, hoy como profesor, me preocupa poder ayudar a los estudiantes a conectar con el tiempo presente, la realidad, desde el oficio de arquitectos y reconozco que el privilegio de registrar, preparar y editar las cápsulas me supone asistir y practicar semanalmente, en primera fila, al entrenamiento de lecciones de lo que hubiese deseado recibir como estudiante. Suponen dosis de conocimiento en vena, y he de admitir que inevitablemente emergen como referencias en nuestros propios talleres.

Por fortuna mi lugar actual está en el curso final de proyectos, cuando los estudiantes cierran la carrera orientados a ser profesionales, de manera que día a día, posiblemente porque la mayoría trabajan en estudios profesionales o en la administración pública, revivo las situaciones de aquel cuarto curso en las que eran los estudiantes quienes enseñaron a este, ahora, profesor. Así que intento no opinar, que opinar sin mas no es crítica sino desazón; para escuchar tanto como sea permitido y posible, y provocar con preguntas la exploración de lo no sabido. En esa exploración es clave y fortuna el conocimiento que desbordan mis compañeros profesores y urbanistas, claro. Es privilegio igualmente semanal, con J. Perea y J. Galindo.

Concluyo: sirva lo dicho como agradecimiento a todas las personas y situaciones mencionadas por permitir mantener viva la curiosidad y ansiedad de seguir siendo, siempre, estudiante de oficio… y al consejo editorial industrial**** de scalae por su apoyo e iniciativa en el activismo semanal de documentar tan fantásticas referencias donde se aprende a enseñar a aprender… oficio de arquitectos.

(gato) Félix Arranz
Arquitecto y editor de SCALAE

 

* Ver artículo “Escuela desde 1817” en la web ETSAB [https://etsab.upc.edu/es/escuela/etsab-1/desde-1817]
** Quinto y sexto fueron, en proyectos, totalmente diferentes, con J. Ros y C. Ferrater sucesivamente como excelentes profesores y con J. Armengol y J. Galindo como cómplices de un aprendizaje e intercambio de habilidades y conocimientos que desembocó en tres proyectos finales de carrera a seis manos y una amistad de por vida; también con los profesores.
*** «Cápsulas» son capítulos de la serie scalae «Trazas Trazos Trozos» de documentos videográficos en los que arquitectos y arquitectas evidencian su oficio a partir de la experiencia significativo de materialización en obra de uno de sus proyectos redactado profesionalmente.
**** Cricursa, Lamp, Geze, Cosentino, Figueras, Jansen, Bandalux y Roca configuran el Consejo Editorial Industrial SCALAE 2024.

 

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