23 de enero de 2013

Principios y procesos de una situación plural.
Sobre conversaciones, marcos contextuales y el anuncio de algunas novedades que, siéndolo, plantean incluir lo ya hecho como fundamento de un bosque que mas que extenderse intenta poner en valor lo que regala su (posible) habitabilidad y con ello el tipo de relaciones y juicios que en otro tiempo hubiésemos llamado crítica y, quizás, hoy debamos llamar… crítica. ¿Cómo si no? 

David Chipperfield, en el cierre de la entrevista-conversación de Alejandro Zaera para la revista El Croquis advierte de un modo cercano a lo enigmático que: «Lo que da significado a nuestras vidas es la capacidad para hacer juicios y disfrutar de ellos, no en un sentido peyorativo, sino en un sentido que nos permita decir que podemos disfrutar de algo que puede basarse en la noción de experiencia compartida. Tal vez sea ésta la razón de mantenerse fiel a la idea de la continuidad cultural y a esa visión de entender la historia como un marco contextual». En realidad está el británico, así podemos entenderlo, recriminando al español de un modo caballerosamente inglés las consecuencias de las actitudes basadas en el permanente «punto cero», es decir: basadas en la pretensión del constante volver a empezar en la desconsideración de cualquier tipo de precedente con el fin de no contaminar lo que se quiere, radicalmente, nuevo.

Jaume Prat argumenta en una línea paralela, esta misma semana, en su artículo sobre Fisac en el que transitan Neil Young y los guitarristas del Crazy Horse, poniendo su estima en un tipo de investigación basado prácticamente en lo contrario: en la tenacidad en repetir y repetir -incluso de maneras matizadas pero aparentemente idénticas, a lo Philip Glass si no abandonamos la música- un fragmento, una construcción, una pieza completa… dejando que sea la letra en un caso, el marco de contextos sensibles en otros, lo que determine no tanto la novedad como la singularidad de una adaptación, de un hacer propio «el lugar», en retórica bien conocida por estudiantes y profesionales de la arquitectura, quizás no tanto en otros modelos profesionales. ¿O si?

Y así, por si es que si, en esta permanente retórica de intentar resolver cualquier cometido como se resuelve la arquitectura, el equipo de scalae nos hemos visto envueltos en la necesidad de revolver nuestro propio contexto con la finalidad de poderlo extender a una categoría real, puesta al día, de «experiencia compartida», exigentes con la promesa de la red como espacio potencial de debate y relación pero, también, atentos a sus dificultades y limitaciones. Nos ha interesado este «añadir leña al fuego» en la medida en que la conversación documentada que venimos propiciando desde hace ya unos cuantos años, en diferentes formatos y tras precedentes como WAM, permita alcanzar tanto la geografía de lo internacional como reconocer, para dar voz y lugar, a las muy diversas etnografías que conviven en la constitución y en la construcción de las arquitecturas que nos hacen mejores a todos.

En suma, llegamos al punto en el que la voluntad de reconocer lo singular de un, digamos, árbol nos requiere la identificación simultánea del bosque que lo aloja, con independencia de su escasez o frondosidad y en el interés de poder percibir no tanto lo singular cuanto las mútuas influencias, exigencias o concesiones de lo que vitalmente es, sin alternativa posible, una experiencia colectiva y compartida.

La conversación es nuestro medio. Compartimos con Benedetta Craveri que «este ideal de conversación, que sabe conjugar la ligereza con la profundidad, la elegancia con el placer, la búsqueda de la verdad con la tolerancia y con el respeto de la opinión ajena, no ha dejado de atraernos nunca; y cuanto más nos aleja de él la realidad, más sentimos su falta». Siendo así las cosas no podemos menos que intentarlo y abrir esta nuestra conversación tanto en sus agentes como en sus procedimientos de modo que sea posible atender, como hasta ahora, lo que alguien tiene que contarnos sobre su experiencia personal -principios, procesos y resultados incluidos- pero también el juicio que esa misma persona pueda tener sobre las experiencias y realizaciones de los demás y, finalmente, el juicio que los demás establecen sobre la experiencia y realizaciones de esa persona. Y donde dice persona no pongan ahora árbol o arquitecto: caben todos los agentes de la arquitectura. No son pocos.

Como advertíamos la semana pasada y como terapia eficaz para el desentrañado de este aparente misterio volvemos a emplazarnos en el 31 de este mismo mes, el jueves que viene, en que iniciamos ese intento, esa simultánea revitalización y rematerialización de esto que venimos en llamar scalae que, esperemos, iniciará la inclusión de su versión 3.0, simultánea a todas las anteriores. Vamos. ¡Hasta la semana que viene!

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