Apuntes sobre una larga y sinuosa noche de entrega
Síntomas y diagnósticos de un cambio XX
por Félix Arranz
Se ha de imaginar la escena: un estudiante le está diciendo a la persona que le acompaña, en el autobús: «hoy tengo noche de entrega». Y ahora hay que imaginar lo que pueden pensar otras personas que en el autobús no han podido evitar oír el comentario. Si no están esas personas en los asuntos de la arquitectura, si no son arquitectos ni tienen un familiar cercano arquitecto, con toda probabilidad lo que imaginan esas personas es… neta intimidad en cualquiera de las versiones imaginables.
Sin embargo podríamos apostar a que la mayoría de las personas que ahora leen este editorial, arquitectos o cercanos a la arquitectura, no tienen ninguna duda: saben perfectamente que una «noche de entrega» tiene poco que ver con la intimidad y mucho con los hábitos de trabajo del estudiante… de arquitectura.
Pues es el caso que con los acontecimientos vigentes en el entorno profesional y académico de los arquitectos españoles, el contexto que se nos ha ido organizando alrededor, que incluye código técnico, recesión económica, caos urbanístico, colapso inmobiliario, ley omnibús, desconcierto bolonia, necesarias manifestaciones urgentes y elecciones a la presidencia del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos, posiblemente la sensación que podemos compartir, incluso quienes hace años que dejaron la condición de estudiantes, es la de estar involucrados en una colectiva y prolongada «noche de entrega».
La suma de asuntos que nos dicen y nos decimos que están pendientes termina por hacernos sentir como si tuviésemos todas las tareas por hacer y sólo nos quedase la última noche, la anterior a entregar un proyecto o un trabajo de urbanismo.
Eso no quiere decir que no se haya trabajado durante el curso. Sin duda, mucho. Pero… no hay más tiempo: tenemos por delante una «noche de entrega». ¿o no?