Sobre la primera semana del workshop LABA-RCR en Olot.
13 de agosto de 2013

[Jaume Prat] La naturaleza ofrece toda una serie de problemas que no pueden afrontarse simplificando cada una de sus partes para obtener la solución global como una suma de soluciones parciales. Por la sencilla razón de que cuando se descompone el problema deja de existir. Pero sigue allí, imposible de ser afrontado de este modo. Esta lógica de funcionamiento cuestiona el modo de operar de la matemática convencional, que respondió a este tipo de problemas obviándolos o reduciéndolos al estatus de curiosidad. 

La matemática fractal, que opera realizando un gran número de operaciones sencillas que distorsionan una razón geométrica sencilla, ha conseguido enunciar, explicar y geometrizar todos estos problemas. Actualmente somos capaces de explicar las formas de un cristal, de una nube, de una coliflor o de cualquier otro vegetal, y, con ella, sus estructuras de crecimiento, o la turbulencia generada por el movimiento de una hélice, o las diferencias de velocidad que un curso tortuoso genera en el caudal de un río, entre muchas otras formas complejas y cambiantes claves para entender la naturaleza. 

La geometría fractal fue rechazada a priori por la academia gracias a su modelo de cálculo, imposible de operar sin ayuda de los ordenadores, y tuvo que ser desarrollada por empresas privadas (singularmente IBM) que financió una investigación larga y costosa que tardó años en producir resultados tangibles. Uno de los rasgos más interesantes de esta geometría es su dependencia de las condiciones iniciales, que, de ser diversas, producen resultados diversos siguiendo idéntico camino. 

En el workshop RCR-LABA las condiciones iniciales son el propio Espacio Barberí donde sucede. El Espacio Barberí está hecho de rincones. De espacios altos de techo. De espacios interconectados. De espacios que no se puede decir si son interiores o exteriores. De espacios donde se puede fumar y no molesta. De espacios sin función ni mobiliario específico. De espacios con condiciones de luz dependientes de los fenómenos atmosféricos, de la hora del día y de las ganas del usuario de ir moviendo la silla y la mesa en función del instrumento que usa para confeccionarlo. De espacios que dictan una lógica de trabajo diferente a la que estamos acostumbrados: ordenadores y pavimentos de sablón, de acero, de arena de playa. Vegetales o de hormigón. No necesitar abrir o cerrar ventanas. Sencillamente cruzar el umbral que marca el acceso al lugar y sentirse diferente, predispuesto al trabajo individual y a la interacción. 

Los dibujos, las maquetas, fotografías y apuntes se van amontonando sobre las mesas, acumulando diversos tipos de trabajo que, lentamente, se van cribando y dirigiendo. Los grupos parecen entremezclarse constantemente, ocupando áreas de intervención mezcladas, extralimitándose, contradiciéndose y coordinándose en un intento de producir un resultado práctico. Un resultado complejo producto no de cerrar, sino de abrir soluciones que reflexionen sobre la ciudad, las gradaciones del espacio del más privado al más público, su relación con la naturaleza y el paisaje. La superación de un urbanismo sobrerreglamentado más a la medida de los bancos que del ciudadano. 

Lentamente se van acumulando y definiendo propuestas que se van sumando a las precedentes para configurar un abanico de posibilidades válidas sobre Olot (y temas accesorios) que puedan transformar la ciudad filtrando y vehiculando las necesidades reales (programas con una edificabilidad concreta, con viales de conexión definidos la modificación de los cuales implica una negociación transversal que afecta múltiples gobiernos e instituciones de la escala local a la nacional) a través de las sensaciones y el diálogo con el paisaje. Con el material, con la vegetación y con la especificidad de un clima. El rosario de propuestas recuerda las variaciones del relato de Raymond Queneau proponía en sus Ejercicios de estilo: maneras diversas de narrar una misma situación que pueden ser examinadas como serie, pero también individualmente: si una sola de las propuestas desentonase el libro sería inconsistente. En el caso del workshop, las variaciones corresponden a diversos autores con diversas sensibilidades. Su valor de serie habla de una determinada manera de entender la ciudad y el paisaje. De crear escuela, en suma. El examen atento de las propuestas individuales legitima el todo a través de sus intenciones. Y el resultado final, imbuido de estas condiciones iniciales, es complejo y diverso. 

 

País: Cataluña
Ciudad: Olot
Agentes: RCR arquitectes
Edificios: Espai Barberí
Autoría de la imagen: Jaume Prat