Martín Lejarraga charla sobre el magnetismo de su ciudad, Cartagena, “la ciudad mas metafísica del mediterráneo». Nacido en Bermeo, estudió arquitectura en Madrid mientras veía crecer la torre del Banco de Bilbao de Oíza. Recuerda de ese tiempo y escuela la puerta de la clase de Rafael Moneo, cerrada para los que llegaban tarde. Escuela de oficio, aunque «uno termina siendo lo que es, no lo que fuerzan las armaduras”. Desde entonces Martin se siente como “fabricante”, arquitecto, en la condena de «dejar las cosas mejor de lo que las hemos encontrado” a partir de una impostada ética y condición social de trabajo. Habla sobre su trayectoria profesional, donde «la arquitectura va ocurriendo mientras vas haciendo la arquitectura».
¿Cómo?: «mochila mas que maletines, es decir: todo mezclado y echando mano de algo no previsto al echar la mano sin saber lo que saldrá de entre las cosas que se guardaron en su momento en la mochila». Pero “trabajar con poco no es lo mismo que ser barato. Barato es inaceptable. Trabajar con lo justo y necesario es importante. Hemos trabajado de forma inaceptable. No se trata de hacer por lo mínimo, sino con lo mínimo». Martín deplora la idea de cumplir, de aspirar a lo “digno”: o está bien o está mal, no hay lugar para lo digno.
Hasta llegar a La Naval, una aventura paralela compartida con Angel Charris, donde se ponen las condiciones para que ocurran los milagros. Finalmente “la arquitectura es mi profesión, soy arquitecto, no puedo separarlo: como la joroba de ser jorobado. Enseñar a ser arquitecto… no se puede, pero si dar ejemplo. Y estar rodeado de personas que son mejores que uno”.
(grabación original: marzo de 2013).
Agentes: Félix Arranz