Charlar con Octavio Mestre sobre sus principios y manera de trabajar trae a la memoria aquella conferencia del jamás titulado Steve Jobs en la que el emprendedor americano, al agradecer su nombramiento como «doctor honoris causa» universitario argumentaba sus circunstancias como un constante «conectar puntos». Octavio, perfectamente retitulado como doctor arquitecto y en labores de «arquitecto de casas» al modo coderchiano, tiene en su haber una enorme capacidad relacional, buena memoria y facilidad para los idiomas, tres factores que unidos a su voraz curiosidad y diariamente atendida pasión por la lectura y por los viajes le convierten -posiblemente- en un ejemplar singular de la especie de los «arquitectos ilustrados» capaces de conectar cualquier punto que se le ofrezca. Resulta imposible abordar un lugar o tema que no forme parte de la cultura viajera, leída o ya anteriormente conversada de quien va camino de las doscientas obras construidas o de los miles de personas conocidas, recordadas una a una, que acumula en una trayectoria como (efímero) arquitecto municipal del ayuntamiento de Barcelona, (siempre) profesor de una larguísima relación de centros nacionales e internacionales y (divertido) conferenciante cotidiano. Hablar con Octavio es saber de Magda, en una bonita historia personal que le acompaña en todo momento y que, por propia voluntad, se recibe como razón, motivo e inspiración de una gran persona. Hablar con Octavio es aprender a escuchar deprisa, que el tiempo es escaso y tanto el éxito como la experiencia abundantes, un relato que mana a borbotones. Octavio es un arquitecto internacional, con el aval de su propia vida, casualidades e inmensas habilidades, que ha sabido y podido substituir la deriva de la suerte por su propio y recto proyecto personal y profesional.