30 de julio de 2010

Las diferentes concepciones arquitectónicas brasileñas y chilenas, que participan en esta exposición, tienen en común una carga humanista y visionaria en su forma de pensar la relación entre espacio público y vida colectiva, topografía y urbanismo, que se refleja tanto en los dibujos, textos y maquetas de Flavio de Carvalho (1899-1973), Juan Borchers (1910-1975), Lina Bo Bardi (1914-1992), Roberto Matta (1911-2002), Sergio Bernardes (1919-2002), como en la enseñanza comunitaria desarrollada en la Escuela de Valparaíso. Poetas-arquitectos, situados entre un creciente impulso hacia lo moderno y la creencia en la capacidad de la tecnología para reducir jornadas de trabajo y aumentar el tiempo dedicado al ocio, tratan de expandir los espacios para un homo ludens y poner en práctica una vida en comunidad que, en Brasil, se apoya en la lectura de Carvalho del Manifiesto Antropófago(1928) de Oswald de Andrade, mientras que en Chile adopta la disciplina de las virtudes basadas en la hospitalidad y la disponibilidad.

La cuestión de la deriva surge aquí como respuesta a otra pregunta: ¿dónde están los límites de la profecía racionalista en Sudamérica? Nos vienen a la mente la noción de “urbanismo unitario” de Constant así como la idea de “deriva” de Guy Debord y sus compañeros, pero aquí no las va a encontrar. En su recorrido, el visitante comprenderá que no está en la Europa que vio cómo se “desmoronaba la casa del Hombre” 1 , y mucho menos frente a las premisas racionalistas que construyeron la modernidad. Antes de su primer viaje a Sudamérica, Le Corbusier (1887-1965) consideraba que utilizar el “meandro” significaba reproducir el trazado irregular del “camino del burro” de la ciudad medieval. Sin embargo, después de su viaje en 1929 ya se permitía vislumbrar un edificio-viaducto con la forma de una inmensa ola instalada en la topografía de los cerros. Esta exposición plantea el cuestionamiento que el Nuevo Mundo hace de las viejas civilizaciones, así como la conocida distinción que Sergio Buarque de Holanda (1936) establece entre la portuguesa “dejadez del sembrador” y la española “razón del enladrillador” para explicar las diferentes fases de colonización, dominación y urbanización: mientras que la primera tipología evoluciona de forma aleatoria, la segunda se construye deliberadamente en forma de retícula.

Sin embargo, existen otras formas de deriva aunque sus nombres sean otros: experiencia, morfología psicológica, travesía. No fueron ni arquitectos ni urbanistas, sino poetas, los que inventaron nombres para evocar civilizaciones en los trópicos y en los Andes: Utopialand es el resultado de la aventura brasileña de Blaise Cendrars en los míticos años veinte a través de un continente imbuido de esperanzas; mientras que la Amereida, una Eneida del sur, surge en 1965 de un proceso colectivo que deliberadamente prescinde de la autoría. 2

Igual que Cendrars, otros extranjeros consideraban Brasil una “patria espiritual”, caracterizada por una naturaleza soberana y fronteras nacionales flexibles. Para Lina Bo Bardi, que emigró a su “patria de elección” en 1946, la arquitectura es un “arte que tiene que considerar seriamente la tierra donde se pone en práctica”.3 Su elogio de la calidad vernácula de la autoconciencia moderna deriva del Manifiesto Antropófago. Comprender la coexistencia de la artesanía con diversos modos de producción industrial, permite iluminar el tema de la “síntesis de las artes” a la vez que sirve de pista para acompañar el recorrido de la exposición.

El boceto de Le Corbusier en el que anticipa el futuro de Río de Janeiro –y que Sergio Bernardes desarrolla en la versión de 1965 de sus barrios-verticales– ha generado interpretaciones divergentes. En torno a la figura del maestro se articula una admiración común, pero también conflictos puntuales que tienen como consecuencia desvíos de ruta. Es lo que sucede con el joven Roberto Matta, que dejó Chile para trabajar con Le Corbusier en 1934-1935, y acaba renegando de él para abrazar el surrealismo, celebrado en Matemática Sensible – Arquitectura del Tiempo 4 . Para Matta, la humanización de la arquitectura en un espacio puramente subjetivo y psíquico implica una forma de erotización espacial: el espacio se vuelve blando para amoldarse a los cuerpos y deseos sensoriales de sus habitantes.

El encuentro de Le Corbusier con Flavio de Carvalho en 1929 tampoco fue muy fructífero, pues los esfuerzos del brasileño por introducir la sintaxis de la arquitectura moderna en São Paulo no llegaron a concretarse; sus proyectos no construidos refuerzan el estigma de “revolucionario romántico” que Le Corbusier le atribuyó. Sigue un camino opuesto a la “eficacia” de las directrices del maestro, porque Carvalho tenía otros paradigmas en mente, inspirado sobre todo en la lectura de Freud. La ciudad del siglo XX sería una extensión de la casa y estaría destinada al “hombre desnudo” (antropófago), libre de los conceptos del estilo de vida burgués, de la familia y de la propiedad. Esta propuesta se pone de manifiesto en su New Look (1956), un traje tropical masculino adecuado a la vida moderna en el trópico, que precede a la minifalda.

 

País: Brasil
País: Chile
Ciudad: Madrid
Agentes: Museo Nacional de Arte Contemporáneo Reina Sofía