10 de junio de 2013

[scalae pliego Patxi Mangado online]
1st extract | primer extracto

Patxi Mangado and Félix Arranz in conversation. 2004.

Félix Arranz: We fly along in Patxi Mangado’s car up to the vantage point of his studio in Pamplona, where we chat. Lots of people greet him along the way: he appears to be very popular and well liked.
Our conversation, like his architectural style, is direct, humorous and frank without any puns, ironic comments or ambiguity. He says what he means. Like his buildings, the things he designs are exactly what they seem to be. There are no tricks: the homages, references and things he has learnt are all duly recognised.  He calls things by their proper names. The architect who possesses a natural curiosity for life chats happily.
They say that there is an old man living in his studio. Nobody has ever seen him but he answers the phone when everybody else has gone home. He might talk of the legendary animals living in old, damp forests, of dark abysses and leafy heights, of the moist soil, of enormous boulders, of the light and heat that radiate from  molten metal.

I was lucky enough to be able to talk to both of them. 

Patxi Mangado: I’m from a small town called Estella, where I lived until I was fifteen. I was always fascinated by naval engineering and naval architecture and I used to spend a long time looking at models, materials and plans. The way the decks were structured used to fascinate me.

When I began my pre-university year in Pamplona, I lived in a student residence. I was the only one there who was not yet a student at the university. Over the course of that year I was in contact with architecture students and I found out a little more about what the naval engineering course in Madrid actually comprised –machinery, propulsion, and very little ship design– that was done mainly by the large shipbuilding companies. It put me off and I thought, “I’m going to do architecture”.

So, I tried to get into the Pamplona School of Architecture, but they would not admit me at first. They said that I was not cut out to be an architect. I think there was a certain level of ideological reservation at that time. I used to belong to a group that had founded the Christians for Socialism in Navarre: a religious hall of residence belonging to a religious group called the Divine Word. This group  espoused a very radical ideology, which had developed the theology of the liberation, an important point of reference for left-wing groups –this was all in 1975, the year Franco died!

My uncle, who was like a father to me, was a bankerand he encouraged me to study Business Studies and Law at the Universidad Commercial de Deusto, a university frequented mainly by the bourgeois elite of Madrid and the Basque country. I came first in my year in the first year there, but I still had a bee in my bonnet about not being able to study architecture. So I tried to get in once again and this time they admitted me and I have been inextricably linked to architecture and to that School ever since.       

My marks were awful at first. I had real problems with basic technical things like drawing and geometry etc, but I decided to persevere.

I believe that my skill at teaching and my need to teach stemmed from that experience. I came to architecture from pure pig-headedness and yet I learned to fall in love with it and to learn the technical aspects that allow one to develop such work. So, when I hear somebody saying that you need to have special qualities to be an architect, I get annoyed, I object, and I tell my students that it’s not true, that architecture is something that can be learned and that architects do not necessarily have to be a certain way. That’s the way I see it, and it has been borne out by my career, which  was forged as a result of my own efforts. 

[Español] [ > English] 
Conversación: Patxi Mangado, con Félix Arranz. 2004.

Félix Arranz: Volamos, en el utilitario de Patxi Mangado, hasta la atalaya de su estudio, en Pamplona, donde charlamos. Por el camino le saludan muchas personas: sin duda, es popular y querido.
La conversación, como su arquitectura, se instala en un sentido directo, de humor franco, sin dobleces, sin ironía, sin polisemias. Lo que se dice es lo que se quiere decir. Como lo construido, lo hecho, quiere también ser lo que parece.
No hay trampas: los homenajes, las referencias, lo aprendido, se evidencian con honradez. Al pan, pan, y al vino, vino.
Habla el arquitecto, con alegría, curioso, de la vida.
Dicen que en su estudio habita un anciano, que nadie ha visto, pero que atiende las llamadas cuando todos se han ido, que hablaría de animales legendarios, de bosques antiguos de maderas olorosas, de simas oscuras y altos frondosos, de tierra húmeda, de piedras ciclópeas, de la luz y el calor del metal fundido.
Tuve la suerte de conversar con ambos.
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Patxi Mangado: Vengo de un pueblecito, Estella, en el que viví hasta los quince años. Me ilusionaba la ingeniería naval, la arquitectura de barcos, me fijaba en las maquetas, los materiales y los planos, me fascinaban los cortes de las plantas.
Al empezar el curso preuniversitario, ya en Pamplona, estuve en una residencia. Era el único todavía no universitario. Durante ese año tuve contacto con estudiantes de arquitectura y me enteré de lo que se estudiaba en ingeniería naval en Madrid: maquinaria, propulsión y muy poco el diseño de barcos, que dependía más de las grandes empresas navieras… me desanimé y pensé: «voy a hacer arquitectura».

Así que quise entrar a la Escuela de Arquitectura de Pamplona. No me admitieron, dijeron que no servía para arquitecto. En aquel tiempo hubo, creo, una cierta reserva ideológica. Yo pertenecía al grupo en el que se había formado cristianos por el socialismo en Navarra: una residencia religiosa del Verbo Divino que, además, representaba una opción ideológica radical, donde la teología de la liberación era un referente muy importante para los grupos de izquierdas. ¡Era el año 1975!

Mi tío, que ejercía de padre y que era un hombre de la banca, me animó a estudiar, pues, Ciencias Económicas y Derecho en la Universidad Comercial de Deusto, donde acude la élite de la burguesía económica vasca y de Madrid. Terminé mi primer año como primero de la promoción, pero tenía esta cosa de ‘¿por qué no puedo yo hacer arquitectura?’. Volví, me presenté otra vez para ingresar. Esta vez me admitieron, y desde entonces he estado ligado a la arquitectura, y a esta Escuela.

Las primeras calificaciones fueron lamentables. Me sentía limitado en las cuestiones instrumentales, dibujo, geometría, etc., pero decidí seguir…
Mi condición docente y, digamos, mi ilusión para enseñar, nace de esta realidad: llegué a la arquitectura por cabezonería y, sin embargo, logré enamorarme de ella y aprender los aspectos instrumentales que te permiten desarrollar este trabajo. Así, cuando oigo que estudiar arquitectura requiere unas condiciones especiales me enfado, me sublevo, y a los estudiantes les repito que no, que la arquitectura es algo que se puede aprender y que no es necesaria una condición específica que te señale a priori como arquitecto. Lo creo así, informado por mi realidad que ha sido, bueno, es, la historia de un esfuerzo.

–edición online: julio de 2022– 

Agentes: Patxi Mangado
Autoría de la imagen: Félix Arranz