La generación arquitectónicamente hablando 3.0, tiene dos caras. Una de ellas es la arquitectura ahistórica que se basa en la exacervación de la tecnología digital, en el analfabetismo arquitectónico, en dedicar más tiempo a la promoción de una idea que al propio proyecto, la arquitectura de los showmans. La otra cara la conforma esa arquitectura que rompe dogmas pero con conocimiento histórico, la que hace que un lugar sea mejor, la que nunca crea un icono que sobresalga por encima de la sociedad.
La crítica de la arquitectura, tal cual se conoce del siglo pasado, ha perdido a nivel mundial. Es incapaz de contextualizar las obras con su entorno, de comprender el mundo en que viven. La crítica tiene que renacer políticamente incorrecta y, si acaso, retractarse en el futuro.
