A la sombra de un albaricoquero en su casa-estudio de Pedralbes, confiesa haber querido experimentar la Atenas Griega, la Florencia Renacentista o la época del optimismo tecnológico de la Londres del Metro y cree haber tenido suerte de vivir conscientemente unos años magníficos, los años 60.
De pequeño quería ser pintor, acabó con un título de arquitecto y montó con Cirici, Bonet y Clotet la empresa de diseño BD. Enseñó arquitectura en la facultad, sin ayudantes, y aún les sigue la pista a algunos de sus alumnos. Hoy, dedica los martes y los viernes a entender la realidad pintando.