25 de abril de 2013

[Zetas] Analizando el término lenguaje se podrá comprobar como una de sus acepciones alude al propio sistema de comunicación verbal, otra sin embargo lo define como el conjunto de señales que dan a entender algo.

Esto llevado a la práctica arquitectónica ha sido estudiado y discutido a raíz de la desaparición o invalidez de la palabra `estilo´. El lenguaje referido a la forma es un tema todavía hoy discutible.

En este caso se trata de dar un paso hacia detrás y cuestionar si existen un problema en el lenguaje mismo, es decir, anterior a la forma. La reflexión es clara. En primer lugar existe un problema que los arquitectos han inventado y se refiere a lo lingüístico. Palabras como puerta o ventana han sido silenciadas por la abstracción que nos precede. El miedo a pronunciar esta serie de palabras es reflejo del distanciamiento entre arquitecto y sociedad. Le Corbusier, movimiento moderno y años posteriores no han inventado este problema. De hecho no tenían ningún problema en usar dichas palabras en sus escritos y diálogos. Actualmente nuestra sociedad sigue de acuerdo con las mismas lo que plantea la duda del porqué de este silencio.

En segundo lugar es necesario volver a mencionar el lenguaje como conjunto de señales que dan a entender algo. Señales y signos como medio de comunicación y entendimiento, por lo tanto son el medio idóneo para establecer todo tipo de acuerdos.

Navegando por la red es posible toparse con el reciente fenómeno acaecido en internet llamado `Harlem Shake´. el mismo consiste en provocar una sensación de risa o extrañeza al receptor mediante el lenguaje corporal de quienes lo practican. La sorpresa se da cuando uno es consciente de que tan solo un estudio de arquitectura española ha sido capaz de practicarlo, se trata del `colectivo Zuloark´. Es lógico pensar que ciertos estudios o arquitectos ni se planteen este tipo de reacción, es decir, parece inimaginable pensar en que Rafael Moneo se atreva o si quiera le interese practicarlo.

Sin embargo si los signos y señales mediante los cuales nos comunicamos son comunes a arquitectos y sociedad o por lo menos se van acercando se habrá producido un progreso en cuanto al lenguaje común entre ambas partes. Colectivos como Zuloark han sabido bajar hábilmente sus pies a la tierra, la misma que pisa, habita, comparte su sociedad para que así sea lógico volver a hablar de aprendizaje, un aprendizaje en el que arquitectos y sociedad podrán proseguir juntos con la riqueza añadida de haber conseguido hacer a la sociedad partícipe de nuestro nuevo lenguaje compartido.

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