[ESPAÑOL]
[Marta García-Orte para scalae] Una primavera mientras jugaba a pichi* en el colegio tuve la mala suerte de caer y rodar escalones abajo. Nunca olvidaré esa caída. No fui la primera ni la última en darme cuenta que aquel no era el lugar para jugar. Había dado un uso temerario al anfiteatro, al lugar de encuentro al descubierto en fechas como Sant Jordi, el 11 de Setembre, el fin de curso,… Donde todos los cursos nos mezclábamos para presenciar y compartir un momento común a todas las edades. En definitiva, un terreno para crear comunidad escolar.
Durante varias semanas, después de la caída, me
preguntaba porqué se les había ocurrido poner el anfiteatro a modo de frontera entre los dos edificios, el de primaria y secundaria, que componen la escuela Thau de Barcelona. Me parecía una barrera física demasiado dura y contundente. Ahora, pudiendo responder con cierta madurez profesional, obtengo la respuesta: aprovecharon el gran desnivel provocado por la topografía del solar para dar forma y dimensión cultural y funcional a lo que hubiera podido ser un patio más de la escuela. El proyecto es muy compacto, aún y encontrarse en un terreno bastante extenso, se ubica en el extrarradio de Barcelona, lo que le dota de un entorno natural espectacular y envidiable. Parece que la compacidad del proyecto fue determinante para obtener una subvención pública, lo que favoreció al conjunto ya que permitió mantener más terreno natural. Y es que los puzles están compuestos por piezas, y cualquier proyecto arquitectónico tiene las suyas.
Debe ser que desde los 4 a los 14 años se está en estado de ‘absorción inconsciente’ porque no ha sido hasta recientemente, revisitando los espacios que viví durante esos años, que empecé a comprender y relacionar mi admiración por los materiales en su estado puro. Entendí los antecedentes de mi poco interés en los ornamentos y mi poca voluntad por esconder las instalaciones en la arquitectura con la que me gusta trabajar y observar. Espacios proyectados desde y para los usuarios, niños y profesores, en relación a la orientación, al uso, al bajo mantenimiento, a los encuentros, a los espacios a habitar. Sin añadidos, sin elementos aparentes o superfluos.
Fue en el 2011,mientras cursaba el Master del BIArch (Barcelona Institute of Architecture) donde se me plantearon preguntas y respuestas que llevaban a una conciencia similar a la que absorbí inconscientemente en la Thau. Se nos pedía proyectar siendo críticos con el momento en el que vivimos, respondiendo a necesidades del ahora y del futuro. Operando estratégicamente con ‘nuevas’ tipologías de edificios como resultado de una ordenación programática más allá del cúmulo de cajas, buscando una interacción entre los usos de índole social, energética o de conocimiento.
Así es como leo que la Escuela Thau podría estar organizada: hay un programa claro y evidente, pero parece que, Bohigas y los MBM, se cuestionaron si había opciones de hacerlo con un interés mayor que el de ser eficiente, el de ser compacto. Lo consiguieron con espacios de comunicación y ‘algo más’, espacios que aún hoy son vigentes: pasillos de tres metros de anchura que se convierten en clases abiertas; aulas con aberturas a ambos lados, permeabilidad visual total, que podría provocar la distracción de todos los alumnos y lo que hace es facilitar el orden de manera pasiva de ‘esos pasillos’; escaleras longitudinales en fachada que conectan todas las plantas y provocan la relación entre los estudiantes de todas las edades. Necesidades aparentemente contradictorias que se complementan y permiten el desarrollo de un proyecto pedagógico muy intencionado, propio y específico.
Reflexionando ahora sobre la composición general de la escuela, parece resuelta de manera contundente en los dos edificios: un espacio plurifuncional en el centro, aulas en las fachadas suroeste y sureste y núcleos de comunicación y aulas comunes en las fachadas noroeste y noreste. Las aulas son de transparencia radical, las escaleras de comunicación vertical son totalmente longitudinales, como si de calles se tratase y actúan como amortiguadores térmicos entre el exterior y el interior. Un carácter genérico en la fachada resuelve, de manera muy eficiente, la piel exterior de las aulas, compuesta con unos módulos repetidos de persianas a una distancia de cincuenta centímetros de las ventanas. Sistema que permite, teniendo levantadas las persianas en invierno y bajadas en verano, dejar el paso de luz indirecta y permite la ventilación natural cruzada. En contraposición, los diferentes niveles escolares quedan resueltos con una fachada genérica que disimula las lógicas de sus interiores, que ofrecen una adaptación de la escala de los objetos para cada edad.
La escuela Thau se construyó entre los años 1972-75, yo la disfruté del 1984 al 1994 y la revisité en el 2012, es decir han pasado 40 años desde su construcción. Es una arquitectura con la que me siento cómoda, con la que comparto valores, decisiones tomadas y en la que podría seguir aprendiendo 40 años más.
Marta García-Orte, arquitecta, enero de 2013
(*) el pichi es un juego infantil muy parecido al baseball.
Este artículo forma parte de las aportaciones de Marta García-Orte al debate abierto y colectivo propuesto por scalae.net en el que se confrontan cuestiones de interés personal de los autores, en muchas de las ocasiones no profesionales ni relacionadas directamente con la arquitectura, con hechos o detalles concretos relacionados con los principios, procesos o situaciones de arquitecturas de otros autores, en esta ocasión de Oriol Bohigas y el estudio MBM arquitectes.
El artículo, en una versión revisada y definitiva, podrá formar parte de los ejemplares monográficos de la colección de ebooks de arquitectura + arquitectos de scalae «…about Oriol Bohigas» o «…from Marta García-Orte»