[Jaume Prat] El aprendizaje es un proceso fuera de tiempo. El proceso se transformará en camino a partir de la toma de consciencia del individuo. El camino da intención, dirección, energía y, lo más importante de todo, la posibilidad de escoger compañeros de viaje válidos. El aprendizaje se produce por la piel. Todavía más el aprendizaje de arquitectura, una disciplina compleja, difícil de transmitir y todavía más de asimilar por lo que tiene de sistematización del sentido común, de ser capaz de, del modo más sencillo posible, dialogar entre la vida que tenemos y la que queremos sin desligarnos de dónde venimos ni errar hacia dónde vamos. El aprendizaje de arquitectura es puramente sensorial: se mira, se toca, se escucha. Los espacios memorables de la historia se perciben incluso con los ojos cerrados. El maestrazgo juega un papel importante: gente (eventualmente arquitectos) que, a través del ejemplo, de su propia vida y de sus actos, transmite. A veces, conscientemente. Hay toda una tradición, un hilo conductor a través de alumnos convertidos en maestros, de obras estudiadas y reestudiadas hasta que quien las estudia es capaz de asimilarlas y apropiarse de ellas como si fuesen un proyecto suyo, continua a lo largo de toda la historia. Cuando las obras duraban más que una vida humana, los arquitectos que las concebían debía de asegurar, como parte del proyecto, la formación de quien las debía terminar. La aparición de los estudios de arquitectura consolidará esta relación de maestrazgo personal y los hará dialogar de tu a tu (incluso superar) al maestrazgo que muchas escuelas de arquitectura pretenden. Allí donde una institución ha forzado un plan de estudios que conduzca a la obtención de un título, el maestro ofrece su trabajo diario, las pequeñas anécdotas del día a día, un tiempo más allá del tiempo fijado, estereotipado, de las escuelas.
RCR Arquitectes, hace unos pocos años, ha empezado un taller de verano (workshop) en su Espacio Barberí de Olot, que entronca su estudio con la tradición de los estudios-escuela precedentes: vienen a la mente Auguste Perret, Le Corbusier, Jean Prouvé, Edwyn Luthyens o un Frank Lloyd Wright capaz de irse al desierto, espacializarlo, convertirlo en lugar de trabajo para él mismo y sus fellows y dirigir, desde allí, tres o cuatro talleres más repartidos por toda la geografía americana. Olot no es Barcelona. La ciudad, más pequeña, controlable y vivible, propone un modelo de convivencia alternativo al de cualquier taller que esté haciendo en un estudio de arquitectos en activo: el de la inmersión total, respirando el ambiente del lugar no sólo durante las horas de clase, sino todo el día. El Espacio Barberí parece diseñado expresamente para este aprendizaje por piel. Es una antigua fundición donde están presentes los rastros de los hornos, del alquitrán que los alimentaba, del paso del tiempo a través de estructuras colapsadas que, en vez de volverse a cubrir, se han convertido en vueltas vegetales gracias a las hayas están creciendo ahí ahora. Un espacio donde los ladrillos, las cerchas de madera, los pavimentos, están ennegrecidos por el fuego. Un espacio reformado únicamente con dos materiales producidos a altísimas temperaturas: el acero y el vidrio. Un espacio de convivencia que envuelve, que transmite mucho más allá de las enseñanzas de los arquitectos titulares (presentes al largo de todo el evento) y de los invitados a hacer las conferencias. La oportunidad de entrar a obras difíciles de visitar como casas particulares o escuelas. La presencia de otra gente motivada y con ganas de reflexionar sobre lo que basa esta arquitectura por encima del lenguaje y de la técnica estricta. La integración de todas las escalas y disciplinas que cruzan el programa docente en obras que las recorran transversalmente con toda la consciencia de unos arquitectos que reflexionen constantemente sobre todo el hecho constructivo, desde los esbozos iniciales a los propios métodos constructivos o el territorio (eventualmente la ciudad) que lo acoge.
web del workshop de verano RCR.
Ciudad: Olot
Agentes: RCR arquitectes
Edificios: Espai Barberí
Autoría de la imagen: Emiliano Roia