«El dibujo de la ballena es una fantasía personal que arrastro desde muy pequeño. Se basa en la percepción de uno mismo en un entorno sin referencias, flotando, en ausencia de gravedad. Y en el tremendo contraste que uno percibe al encontrar una enorme forma que lentamente pasa de ser una simple impresión de algo informe a algo definido que, se nos acerca, pasa a nuestro lado y desaparece lentamente al sobrepasarnos. En el agua la profundidad del campo visual es mucho menor que fuera de ella, por eso la emoción del contraste de escalas es mucho mayor. En la superficie imaginemos que se nos acercara un dinosaurio de 40 m. Lo vemos venir desde mucha mayor distancia y nuestro cerebro lo asimila de forma que la sorpresa del tamaño se desvanece. Y la gravedad hace que nos sintamos más protegidos.
Otra fantasía similar es la visión de un enorme acorazado (el mundo formal del barco en general es algo que me fascina especialmente, como esos planos de mástiles y cuerdas del Nosferatu de Murnau, o mástiles y cañones del Acorazado Potemkin de Eisenstein) hundido en las profundidades del océano. Y su visión cenital a 100 metros de distancia, por ejemplo. Por supuesto, como emoción pura debe ser insuperable ver un gran tiburón blanco en lugar de una ballena.»
Ángel Luis Tendero Martín [ALT arquitectura]