El arquitecto y profesor de la ETSAVallès UPC Manuel Sánchez-Villanueva razona sobre la reciente aprobación del Plan Director Urbanístico Metropolitano (PDUM) de Barcelona; propone una nueva ampliación del tablero de juego así como de las reglas…
Plano de la frontera entre Sant Martí de Provençals y Barcelona en 1910. Atlas de Barcelona s. XVI-XX
[scalae, versión en español del texto publicado originalmente en catalán en línia, el diari metropolità]
Mecanoscrito del segundo Ensanche
Hace sólo 125 años, construir un edificio en medio de la calle en algunos lugares de Barcelona, no sólo era posible, sino que era legal.
El Ensanche de Ildefons Cerdà, empezó a dibujarse hace 170 años sobre un territorio que rodeaba las murallas de Barcelona pero que pertenecía a otros municipios como Sants, Hostafranchs, la Vila de Gracia o San Andrés de Palomar.
El Plan del Ensanche de Barcelona se inició en 1859, pero sin contar con la jurisdicción sobre los municipios que la rodeaban así que, por mucho proyecto de Ensanche que hubiese, para un promotor o una empresa era más importante alinearse, por ejemplo, a la calle Pere IV o a la calle del Clot en Sant Martí de Provençals, que no respetar el trazado de una futura calle que, vete tú a saber si acabaría pasando por allí.
De este modo, en todos aquellos municipios en los que Barcelona no podía gobernar, lejos de ir facilitándose el despliegue del Plan Cerdá, se continuaba construyendo en espacios que deberían estar reservados a las nuevas calles. En 1876 se produjeron las primeras anexiones, pero no fue hasta 40 años después de su aprobación en 1899, ya casi en pleno siglo XX, que se unieron los municipios más importantes como Sarriá, Sant Gervasi de Cassoles o Sant Martí de Provençals.
La verdadera y más radical diferencia entre el Ensanche derecho y el Ensanche izquierdo, tiene su origen en la falta de gobernanza de Barcelona fuera de su límite municipal hasta principios de siglo XX. Los planos de la época muestran un desarrollo desigual a ambos lados de la frontera entre Barcelona y Sant Martí. La izquierda del Ensanche obedecía estrictamente el trazado y geometría del proyecto y veía florecer en sus calles los primeros edificios modernistas. Por contra, en la derecha del Ensanche, ajena a las directrices del Plan Cerdà, campaba una cierta anarquía, con algunas excepciones de las mentes más visionarias.
Sin embargo, esa visión de un futuro compartido, precipitó finalmente la unión. El “Plano de la Unificación de los Pueblos del Llano de Barcelona”, dibujado por Ricard Alsina Amils en 1899, sellaba un pacto ambicioso basado en la seguridad de que juntos les iría mejor. Ciertamente, había retos comunes que trascendían los intereses de cada municipio particular.
Por un lado, la necesidad imperiosa de salir de las murallas que asfixiaban una insalubre Barcelona azotada por la tuberculosis. Por otro, la oportunidad de negocio que todos veían en la nueva tierra inhóspita, con nuevas calles, nuevos medios de transporte como el tranvía y nuevas tecnologías a implantar como el gas o la electricidad, donde el impulso de Barcelona en la Exposición Universal de 1888 primero y de 1929 después, acabarían siendo determinantes.
Los problemas de Barcelona hoy, no son menores que los de principios del siglo XX. El límite de Collserola, el Besós, el Llobregat y el mar, son las murallas de entonces. Las comarcas del Barcelonés, Maresme, Baix Llobregat y los dos Valleses, sus municipios colindantes.
Los retos tampoco son despreciables. La falta de suelo residencial, la necesidad de naturalizar las ciudades y de combatir el cambio climático o una política de transporte metropolitano seria, donde poder escoger vivir en Sant Cugat, en Tiana o en el Papiol, no pase por pensar en la dependencia del coche.
Ampliar el tablero de juego es fundamental y para ello hay que cambiar también las reglas. No existe una diferencia morfológica real entre San Andrés de Palomar y Santa Coloma de Gramanet, o entre Sant Adrià del Besós y Sant Martí, pero si la hay administrativa y política. La constatación de 1899 de que, bajo un mismo gobierno, las políticas territoriales de transporte, residenciales o de evolución de la ciencia y la técnica, serían más efectivas, parece topar hoy con muchas dificultades.
El Área Metropolitana de Barcelona, con 36 municipios y casi 3 millones y medio de personas, se muestra como una torre de Babel con distintos intereses y distintas estrategias políticas.
Asistimos ahora a la reciente aprobación del Plan Director Urbanístico Metropolitano (PDUM) que ha tenido un largo debate y, cómo no, un largo proceso participativo que concluirá a finales del mes de octubre con la presentación de enmiendas. El PDUM deja atrás el manoseado PGM de 1976, (parece que nos gustan los períodos de 40 años) esta vez con la mirada puesta en el 2050 pero sin verdaderos cambios a nivel de gobernanza política.
La evidencia de estar ante un reto mayúsculo, empujó hace más de un siglo a la unificación de los pueblos del llano de Barcelona bajo un mismo gobierno municipal. Hoy se escriben las páginas del origen del segundo Ensanche. El tiempo dirá si ese territorio necesitará nueva alcaldía.
Manuel Sánchez-Villanueva, mayo de 2023
arquitecto fundador de haz arquitectura y profesor de proyectos arquitectónicos en la ETSA Vallés de la Universitat Politècnica de Catalunya