[Rogelio Ruiz Fernández, dr. arquitecto, para scalae]
DE JIRAFAS E HIPOPÓTAMOS.
Moreno Barberá, un arquitecto en turismo.
Hace unos años, en plena efervescencia de Peter Greenaway (“El vientre del arquitecto”, “El contrato del dibujante”…), el cineasta británico dijo: “A menudo me siento como una jirafa en una carrera de hipopótamos”. Los artistas, muchas veces, se centran en su oficio y se van alejando de la sociedad y más tarde de sus propios compañeros, que son los que mejor les entienden, hasta decir cosas como esas. Ya viene de lejos, podríamos hablar de Miguel Angel (Buonarroti), de (Pietro) Perugino, y de Umbría venir a (Francisco) Umbral, más cercano y distante, o de tantos otros que con esta actitud hosca quedaron en nuestra cabeza rencorosa. También (Mark) Twain. La verdad es que muchas veces esta desconexión con el mundo no les ayuda en su vida personal, aunque quizá sea la única manera de centrarse en su vida artística, que es en ellos la que perdura.
Acaba de publicarse el libro “Fernando Moreno Barberá, un arquitecto en turismo” que escribe, con el valor personal que esto conlleva, su hijo del mismo nombre y que se dedica principalmente a su labor de restauración de ejemplos cómo el Parador de los Reyes Católicos en Santiago de Compostela o el de San Marcos de León. Y esto acrecienta mi perplejidad hacia su figura. ¡Qué cabeza tan especial¡ Podemos ser todo lo exigentes o quisquillosos que queramos con estas restauraciones, pero, y acabo de estar hace dos fines de semana, cuando uno entra en el San Marcos tiene la sensación de que el pasado se ha salvado, y que además el propio edificio se ha convertido, él mismo, en un difusor de la importancia del valor de la historia. Decir esto de un edificio realizado por uno de los arquitectos más comprometidos con la arquitectura moderna del siglo XX, demuestra una sensibilidad muy importante, una “bipolaridad” que diríamos hoy, que debemos valorar y agradecer. Este libro recoge, de primera mano, algunas frases que pueden darnos una idea no de la persona, sino del personaje, decía por ejemplo, que para conseguir un proyecto: “bastaba con saber más que nadie, y hacer las cosas bien” o que no tenía apego a las casas unifamiliares a las que calificaba de “casetas de perros”… Uno no acaba de saber si se le está rindiendo homenaje o cuentas, pero se agradece, y mucho, como documento.
El último libro que llegó a mis manos (no soy un especialista, sino un disfrutador de su obra, ni siquiera estuve en la exposición que se le dedicó después en el 2012 en Madrid) fue la obra compilatoria de la magnífica labor de esta jirafa de cuello bien alto: “Fernando Moreno Barberá, modernidad y arquitectura” de Juan Blat que editó la Fundación Caja de arquitectos en 2006 y que desarrolla la arquitectura suya que más me gusta. Formado en gran medida en Alemania, realizó edificios funcionalistas de un nivel absolutamente comparable a los de brillantes contemporáneos centroeuropeos. Sus obras mantienen fresco el racionalismo hasta los ´80, siendo, bajo mi punto de vista, su obra valenciana la más destacada, especialmente la Facultad de Derecho donde la luz se convierte en magia.
Cerca de Oviedo se encuentra el Instituto del Carbón, obra temprana de 1948, cuando aún no había pegado el gran salto, pero que aporta unos detalles y planteamientos absolutamente novedosos; por ejemplo cubierta de agua, es decir: una piscina poco profunda como techo, donde hace tiempo los científicos criaron patos, domesticando así el exceso tecnológico (está lógicamente protegido por el DoCoMoMo). Estando con Andrés Cánovas (el arquitecto y un tiempo director de Arquitectos) en este edificio asturiano, hace casi diez años, le comentaba que siempre me había sorprendido que no se hubiera realizado esta necesaria antología (me sorprendió m&aacut
e;s aún cuando la tuve en mis manos) y me contó una anécdota que puede darnos alguna pista de la razón de esa ausencia clamorosa (y que me ha autorizado a contárosla):
Cánovas había quedado con él para abordar un número especial sobre su figura en la revista Arquitectos (idea que lamentablemente se truncó con el deceso del arquitecto) y para ello se citaron, cómo no, en el hall del Ritz de Madrid. Dada la poca información gráfica sobre su persona, le preguntó cómo le reconocería, a lo que el arquitecto contestó: “No se preocupe, se dará perfecta cuenta de quien es Fernando Moreno Barberá”. (No olvidemos que en su extensa biografía encontramos que Barberá dio clases de escenografía durante dos años). Esta postura tan “humilde” no debería de apartarnos de lo único importante: su tremendo valor como arquitecto, que debería de hacernos perdonar, o incluso comprender, toda soberbia, y debería de habernos hecho difundir con profusión y anterioridad su magnífica obra (de todos modos, como vemos ahora, pan cocido venta espera).
Luego vienen los silogismos falsos: si los grandes hombres son prepotentes, yo soy prepotente por tanto soy un gran hombre. ¡Pues no! no funciona así. Aunque me da la impresión de que, en realidad, ya nadie quiere tener la cabeza alta para mirar más lejos. Lo que parece que nos gusta más es ser hipopótamos, hozando entre el calor del barro y mirando hacia arriba, con nuestro pescuezo torpe, cerrando un poco los ojos por el sol y viendo a contraluz como cimbrean los cuellos de las esbeltas jirafas al pasar. ¡Qué inventen ellas! y, si alguna sobresale demasiado, en vez de pódium: poda.
Rogelio Ruiz Fernández. doctor arquitecto. Julio 2014.
FOTOGRAFIAS.
Portada: Don Fernando Moreno Barberá en foto de Gyenes (Archivo Familia Moreno Barbera) reproducida en MORENO BARBERÁ, Fernando Jr. Fernando Moreno Barberá, un arquitecto en turismo Ed. Generales de Ediciones de Arquitectura, Valencia 2014
1- Portada de “MORENO BARBERÁ, Fernando Jr. Fernando Moreno Barberá, un arquitecto en turismo Ed. Generales de Ediciones de Arquitectura, Valencia 2014”
2- Escuela de Derecho de Valencia en portada de “BLAT, JUAN, Fernando Moreno Barberá, Modernidad y arquitectura. Ed. Caja de Arquitectos. Barcelona 2006.”
3- Segundo premio en Concurso de Anteproyectos para el Teatro Nacional de la Opera en Madrid, de la revista TA arquitectura, arte, técnica. 64 Madrid 1964.
4- Acuarela del Instituto Nacional del Carbón de Oviedo, conservada en el propio Instituto y publicada en RUIZ, ROGELIO, Asturladrillo, Edificios públicos en Asturias. Revista Conarquitectura nº35 Ed. Conarquitectura Madrid 2010.
5- Foto de época del Instituto del Carbón publicada en RUIZ, ROGELIO, Asturladrillo, Edificios públicos en Asturias. Revista Conarquitectura nº35 Ed. Conarquitectura Madrid 2010.