17 de noviembre de 2008

por Emilio Tuñón, Patxi Mangado y Félix Arranz

redactores del «Manifiesto-Compromiso de Montjuïc» junto con Ángela García de Paredes, Carlos Ferrater, Esteve Terradas, y Ramón Sanabria, todos ellos arquitectos.

En la pasada primavera se presentó en Barcelona el «Manifiesto-Compromiso de Montjuïc«, en defensa de una arquitectura digna y de una ética de la buena construcción. Un documento, se ha de recordar, que resultó ampliamente respaldado por profesionales de la construcción y, especialmente, por personas sensibles tanto a los nuevos paradigmas como al ancestral sentido social de la arquitectura. En la redacción del Manifesto-Compromiso se incluían dos párrafos que a fecha de hoy, y tras la reciente decisión de la Comunidad de Madrid de desvincular al arquitecto Juan Navarro Baldeweg de la obra del Teatro del Canal vienen al caso y conviene remarcar. Son estos:

«Constatamos que la arquitectura y las ciudades evolucionan con total independencia de lo que piensan, e incluso de la existencia misma, de los diversos agentes profesionales que intervienen en la construcción de la arquitectura y las ciudades.

Denunciamos que la construcción tiene hoy, en nuestro entorno profesional, social, cultural y medioambiental, un problema de vínculos y alianzas y por ello es necesario reivindicar la responsabilidad de los arquitectos como personas inductoras de una negociación de los recursos de los que la sociedad dispone para realizar una situación de arquitectura.»

Son cuestiones, las planteadas en los dos párrafos citados, que enlazan con el reciente «manifiesto en apoyo a Juan Navarro Baldeweg» y que apuntan lo absurdo y estéril de la indiferencia cuando ésta se dirige contra la responsabilidad de profesionales que como Navarro Baldeweg basan su crédito, su prestigio y la realidad de su aportación técnica y artística en un silencioso y cuidadoso hacer fundamentado en un conocimiento y una experiencia profundos. Y sin embargo, a pesar de la gratuidad de este tipo de agresiones, que sólamente se entienden desde la rentabilidad y el dirigismo mediáticos de agentes y asesores de los responsables públicos, es notable que el daño hecho a la persona, por un lado, y a la sociedad en su conjunto, por otro, podrían ser irreparables. El daño de una pérdida de responsabilidad que urgentemente se ha de rehabilitar.

Exigimos que la situación de irresponsabilidad creada artificiosamente contra el nombre y la persona de Navarro Baldeweg cese entonces de inmediato y que le sea restablecida la situación anterior de ejercicio profesional responsable que le ha convertido en persona, pensador, artista, profesor y arquitecto de referencia nacional e internacional.

Solicitamos, además, la atención para con los presupuestos de la hoy presentada «Carta del Ebro» por cuanto entendemos que se enfoca a la identificación de los elementos de confusión interesada y de oportunismo mediocre que tanto trabajo dan a los asesores de los agentes de responsabilidad pública.