[ingeniero, ra]
De ingenio 'máquina, artificio mecánico' y -ero.
1. m. y f. Persona con titulación universitaria superior que la capacita para ejercer la ingeniería en alguna de sus ramas.
2. m. y f. desus. Persona que discurre con ingenio las trazas y modos de conseguir o ejecutar algo.

[ingeniero, ra técnico, ca]
1. m. y f. Esp. Persona con titulación universitaria de grado medio que la capacita para ejercer la ingeniería en alguna de sus ramas

[aparejador, ra]
1. adj. Que apareja. U. t. c. s.
2. m. y f. Técnico titulado que interviene con funciones propias en la construcción de edificaciones.

Diccionario de la Lengua Española, RAE

(Aviso previo… me meto en un jardín con la puerta oxidada, los muros medio caidos, abandonado a su suerte, de un asunto viejo, seguramente estéril, pero -contra pronóstico y porque por la boca muere el pez- de obligado tiempo presente...)

Tan apenas unos días atrás concluía su edición 2024 el imprescindible certamen CONSTRUMAT, en un pabellón de la Fira de Barcelona de Gran Vía, la “Fira 2”. Paseándolo me vino a la memoria una visita, a principios de los ’80s al CONSTRUMAT de entonces, que desbordaba todos los pabellones y espacios exteriores de la Fira de Barcelona en Montjuïc, la “Fira 1”. Visita emocionante, aquella siendo estudiante aspirante a arquitecto, con la guía de un familiar que tuvo mucho que ver en mi no sé si tan espontánea vocación: el tío Luis de Bilbao, mi tío aparejador. Fue quien me introdujo en comprender las diferencias entre la cultura profesional del proyecto y la arquitectura frente a la cultura profesional de la construcción. Aprendí que arquitectura incluye construcción, incluso cuando es teórica; sin embargo construcción no incluye arquitectura, siendo no obstante construcción uno de los caminos fundamentales de la materialización de la arquitectura. Algo, así aprendido, en lo que jamás he encontrado opinión contraria y en lo que igual dignidad se concede, por ciudadanía y lenguaje coloquial, a arquitectura como a construcción como a las personas que en ambas disciplinas y oficios derivados intervienen.

El entusiasmo y avidez de conocimiento por la construcción, de aparejadores como el tío Luis, los he reencontrado después en múltiples ocasiones en otros muchos aparejadores, la mayoría. Una, pública y muy especial, brotaba generosa en las conversaciones de podcasts scalae con el aparejador Salvador Segura, y en especial en aquella en la que se sumaron Miguel Ángel Sáez, también aparejador -orientado a la seguridad en obra- y Josep Terrones, por entonces presidente del Col·legi d’Aparelladors i Arquitectes Tècnics de Barcelona, en origen llamado Colegio Oficial de Aparejadores de Cataluña y Baleares, posteriormente redenominado Col·legi d'Aparelladors, Arquitectes Tècnics i Enginyers d'Edificació de Barcelona y actualmente de nuevo renombrado como Col·legi de l’Arquitectura Tècnica a Barcelona, con la precisión “la casa dels professionals experts en la tècnica de la construcció”.

El resumen condensado de aquellas conversaciones (1) y recuerdos queda para mí en la noción de un oficio, el de aparejador, de naturaleza técnica y enfocado a la práctica en obra, que se activa a partir de la gestión de la construcción del proyecto arquitectónico (2). Un aparejador no es un arquitecto "pequeño", es otra posición, es diferente; son otras labores, otras responsabilidades, es otra profesión, que no es pequeña ni se compara con otras. Es muy grande. Es lo que es.

De hecho, voy adentrando en el jardín, para quienes conocéis y compartís el aprecio por las palabras y la importancia de saber bien el significado de cada una de ellas para mejor entender y comprendernos entre todos y todas… estaréis de acuerdo en que si un sustantivo significa algo con claridad, mejor evitar ornamentarlo con adjetivos, ¿si?. Ofensas involuntarias, o torpes, no es raro que vengan de la mano de adjetivos inoportunamente ubicados.

Tal y como he expresado en ocasiones anteriores (3) mi opinión personal es que la titulación española que otorga las atribuciones de arquitectos, al completar lo que actualmente es el Master Habilitante (profesional), atendiendo a las materias -competencias- que aportan los vigentes planes de estudios y a las atribuciones legales posteriores reconocidas por ley debiera ser, cuando menos a efectos de homologaciones internacionales- una doble titulación: como arquitectos y como ingenieros de la arquitectura. Por otra parte… viendo las sucesivas denominaciones del antaño "Colegio Oficial de Aparejadores", y escuchando a profesionales tan poco discutibles y tan comprometidos como Salvador, Miguel Angel y Josep, no entiendo bien qué sentido tiene que el CATEB (4) haya abandonado la palabra “aparejadores” usando en cambio la palabra arquitectura para su denominación, teniendo que aclarar en su información institucional, en una coletilla, que la vinculación profesional no lo es en realidad con las nociones de arquitectura ni de proyecto arquitectónico sino, lisa, llana, legal y coherentemente, con la técnica de la construcción. 

En mi opinión, entonces y si el motivo de los cambios de denominación tiene que ver con homologaciones internacionales, lo comprensible y correcto sería, quizás, “Col·legi de la Construcció Técnica” y recuperar para la denominación de la profesión el hermosísimo, propio y castizo término de aparejador con su sinónimo homologable, para las traducciones a otros idiomas y legislaciones, como ingeniería técnica de la construcción. (5)

Ojo, no quito ni pongo, no hay pretensión al respecto, cada loco con su tema y andando, que hay faena, pero se ha de reconocer que con las denominaciones profesionales del sector de la construcción tenemos las cosas algo asilvestradas. Parece un jardín innecesariamente salvaje y lleno de espinas.

De acuerdo, tras lo que algunos valorarán como perorata, me explico: viene todo esto al caso y a estas alturas porque escucho a personas bien informadas que un alto representante de los, venga, arquitectos técnicos barceloneses informó a la concurrencia, en el pabellón corporativo CATEB en el reciente CONSTRUMAT, sobre cómo re-denominar con propiedad, adecuadamente, a arquitectos y arquitectos técnicos (5). 

La propuesta y solución para distinguir ambas profesiones según ese directivo fue: por una parte “arquitectos comunes” para los/las arquitectos, y por otra “arquitectos técnicos”.

¿Véis? es el prejuicio de pensarse grandes o pequeños, es absurdo. Es adjetivar a los "otros" para no ser menos, o para pensarse como mas. ¿no os parece?
¡Pero ninguna profesión ni oficio es menos, por favor!
Ni mas, cada profesión es lo que es.

Digo yo… que con todo lo dicho,
¿Qué beneficio colectivo tiene este asunto de los “arquitectos” adjetivados, de las (inventadas) pirámides profesionales carentes de lógica, del "tú menos, yo mas", siendo la de “arquitecto” profesión y actitud en todas sus variantes generalista y por lo tanto incompatible con cualquier adjetivo? Si es por las homologaciones profesionales internacionales de los técnicos de construcción de obra… no lo estamos haciendo bien.

E insisto: ni quito ni pongo, sólo faltaría.

Por nuestra parte, familiar quiero decir, me consta que el tío Luis sigue presentándose como aparejador, no exento de orgullo personal y profesional. De mi lado, y si no ofende a nadie, seguiré presentándome como arquitecto, a secas.

Así que ruego se me disculpe si no atiendo esta reciente pretensión de aportación al glosario profesional, a esta competencia banal de pequeños y grandes no comparables. No lo pillo, no lo entiendo, no lo acepto.

Porque malintencionada no es, ¿verdad?.
Y, por favor, no salgamos con lo de “superior”.

Ya que nos hemos metido en el jardín anunciado y puestos a plantear locuras, distopías y a bromear un poco, que nos hace falta y de eso va este editorial… imaginemos siquiera por un instante que las cosas no terminen aquí, que el rio revuelto sea mar en tormenta perfecta, de manera que en la lista facultativa del Centro (médico) de Asistencia Primaria del barrio de pronto, por ley y boletín mediante, apareciese la diferenciación de médicos comunes y de médicos técnicos.

¡Ostras! ¿Quién diagnostica? ¿Quién opera? ¿Quién pone las vendas? ¿Quién verifica los tratamientos? ¿El/la médico común o el/la médico técnico? Lo mismo en la abogacía… abogados comunes y abogados técnicos. ¿Filosofo común y filósofo técnico? ¿Sociólogo común y sociólogo técnico? ¿Teniente común y teniente técnico?

No va a pasar, descuidad. Están establecidas denominaciones muy exactas para cada una de las labores en (casi) todos los sectores profesionales.
Ni las especialidades constituyen adjetivos.

Así que con tan torpe propuesta denominativa, ya que sale el tema y en un momento en el que precisamente las universidades andan revisando planes de estudios para acomodarse a las nuevas leyes universitarias y, de paso, sincronizar con la evasiva realidad… e insistiendo en que ni quito ni pongo... ¿Podría alguien o algún comité poner orden en este guirigay del sector de la construcción antes de que aumente la confusión sobre quién se dedica a qué, bajo qué denominación profesional y con qué responsabilidades con la aparición de nuevas titulaciones con denominaciones peregrinas?
¿Cómo lo veis? ¿Ministerio? ¿CSCAE? ¿CGATE?

(negaré haberlo dicho ni tan siquiera pensado, pero lo de “arquitecto común” no dejaría de tener su punto loco o cuqui si tuviera éxito ya que, con ello, nos adentraríamos en el vasto territorio de arquetipos y variantes colombófilas: “arquitecto mensajero”, “arquitecto doméstico”, “arquitecto torcaz”, “arquitecto bravío”, “arquitecto zurita”, “arquitecto de luto”… toda una colección de variantes adjetivadas, colores y plumas, ¿no? Si estás en algun rectorado, olvida lo leído en este paréntesis final, por favor, no sea que en algún lugar alguna vicerrectoría de estudios ya se esté frotando las manos… ay!)