Come gather 'round people
Wherever you roam
And admit that the waters
Around you have grown
And accept it that soon
You'll be drenched to the bone
If your time to you is worth savin'
And you better start swimmin'
Or you'll sink like a stone
For the times they are a-changin'
Bob Dylan, The Times They Are A-Changin’, 1963 [https://bit.ly/dylan_timesachangin]
1984, un año que en los pronósticos literarios previos (George Orwell, si) se presentaba terrible, resultó -entre mil tribulaciones- ser año de cambios sutiles, en el que Steve Jobs eligió el tema The times they are a-changin' de Bob Dylan para la presentación del legendario Apple Macintosh. En el vídeo promocional del, ahora si, ordenador personal, una lanzadora de martillo estampaba en el rostro del gran hermano la rabia por lo automático, por lo trivial, por lo corporativo. Lanzaba la voluntad de cambiar permanentemente. Siempre. El “Mac” con su interficie gráfica, su cortar/pegar y su lógica de pequeñas/múltiples aplicaciones intercambiables, generalizó la cultura de la autoedición. De hecho universalizó, tanto como para cambiar de manera profunda y en todo el orbe el aspecto de los documentos y publicaciones de cualquier disciplina, de la manera de trabajar sea cual sea lugar, del aspecto mismo de los lugares de trabajo o de juego o de comunicación o… y algunas cosas mas. Jobs, con su Mac, al igual que Dylan* con su canción, materializaba un sentimiento de cambio.
Un sentimiento combinado: “Piensa diferente, los tiempos cambian”.
Cambiar es condición variable y a la vez constante de cualquier tiempo, pasado, presente y esperemos que también de futuro. Lo es con la excepción de aquellos lugares y momentos en los que la ciudadania cede las frágiles opciones personales de su libertad, de conocimiento, de ilusión, de cambio de lo que sea menester cuando sea oportuno…, de vida..., para refugiarse de manera sumisa -en política, en consumo, en sus relaciones cruzadas, en la manera de aprender y hacer, en su habitar...- en el amparo para siempre de una marca, de una revelación trascendente, de una autoridad mal entendida o del extraño beneficio de la obediencia ciega, acrítica, inconsciente, automática.
Porque vivir es cambiar y requiere consciencia. Vivir es comparar; requiere la gimnasia de los hechos juiciosos. Vivir es explorar, aprender, deshacer prejuicios… y volver a empezar. Volver a cambiar.
Un cambiar ineludible, real, cotidiano.
Como cotidiana es la labor que siendo esforzada, perfeccionada, administrada con mimo, diaria, termina por constituir lo que llamamos oficio. Oficio de arquitectos, entre otros oficios.
Oficio que rezuma generosamente en tiempo, imagen y relato en las “cápsulas” con las que se ha completado en su versión individualizada, editorial, la colección de video-documentos, sesiones y situaciones de scalae “Trazas Trazos Trozos …de arquitectura”, que invitamos en el pasado boletín de mayo a disfrutar, comparar y… ahora ¡aportar!.
Si recibes este boletín es síntoma poco discutible de tu interés en poder cambiar, en poder comparar, en aprender y compartir lo propio y lo extraño, incluso lo diferente. Es síntoma de tu aprecio por un oficio sublime. En suma, es síntoma de saberte participante en la producción de documentos de arquitectura que, como proclama la desiderata de scalae "estimulan el debate, la crítica y la investigación de arquitectos y agentes vinculados con el relato, la constitución y la construcción de arquitecturas que dan lugar y posibilidad a la vida y a las aspiraciones de las personas”**
Claro que, si no lo recibes… ¿cómo has podido llegar hasta aquí, leyendo?
Por cierto… ¿también os ocurre que los primeros melocotones de este año saben mucho a ciruela?
Los tiempos cambian, también los melocotones.
Félix Arranz
Arquitecto y editor de SCALAE
(*) “un sentimiento, no una proclama”, declaró el nobel cantautor americano (**) en complicidad de profeiosnales e industria desde el CEI SCALAE: CRICURSA, LAMP, GEZE, COSENTINO, FIGUERAS, ROCA.
Ilustración: imagen alterada, recompuesta, cambiada, de un gráfico encontrado en la red. |