“La incertidumbre, frente a las vehementes esperanzas y temores, es dolorosa, pero hay que soportarla si deseamos vivir sin tener que apoyarnos en consoladores cuentos de hadas”
Bertrand Rusell, 1945, Historia de la filosofía occidental.
Unos días atrás, coincidiendo -mas o menos- con el equinoccio de otoño, atendíamos en Madrid una sesión especial del ciclo* "arquitectura música · músicxs arquitectxs" en la que se presentaron experiencias, desde la arquitectura y desde la música, resueltas por personas que operan como profesionales arquitectos, en las que la indeterminación del espacio público –el estar “al aire libre”, concretamente– influyen en los modos de uso del espacio tanto como en los procesos de proyecto arquitectónico y en los de materialización musical.
La sesión resultó fascinante, de hecho todas las sesiones del ciclo están siendo, cuando menos, sugerentes y motivadoras, al verificarse en los procesos presentados que el tema de fondo era en realidad el de la incertidumbre.
"Incertidumbre", ¡Qué fabulosa palabra!, tan ligada al tiempo colectivo presente, ¿no?
Recordad… muchos somos quienes hemos crecido en el eco de aquellas palabras, preciosas y precisas, de Rafael Moneo que en su “On tipology”** de 1978 aseveraba “La estabilidad de una sociedad -estabilidad que se refleja tanto en las actividades como en las técnicas y en las imágenes- es, en último término, la responsable de la persistencia de la imagen en el espejo de la arquitectura.”
Casi diez lustros han transcurrido desde entonces y si miramos el espejo de la arquitectura quizás hemos de admitir que una consecuencia directa de la hipercomunicación universal, el conocimiento al instante de lo que ocurre en cualquier lugar del mundo, definitivamente ha llevado a entender que esa palabra “arquitectura”, que tanto se resiste a ser definida, cuando menos se ha de enunciar en plural: “arquitecturas”.
Estudiantes aragoneses de primer curso, en 2009, se presentaron con una certidumbre similar a la ofrecida por Moneo, aunque ya matizada… “La arquitectura enseñará cómo éramos”. El matiz era doble… por una parte ese “éramos”, plural, manifestaba un desentendimiento por los valores estables, las constantes, anunciando un contexto diverso, atento a las variables. Por otra parte, y pienso que era lo fundamental, la frase anunciaba arquitecturas capaces de variar continuamente, resilientes al ritmo de las contingencias y tribulaciones de las personas, del tiempo de todas ellas. Es decir… arquitecturas que no quieren ser lienzos ni espejos sino… recipientes didácticos, en transformación contínua. ¿didácticos de qué? ¿tranformado para qué?
De y para vidas, de y para diversidad, de y para tolerancia. ¿no?
Es todo complicado, confuso, difícil, esforzado, pero amigos y amigas… ¡qué gran regalo vivir este tiempo de incertidumbres! (no certezas) en el que vuelve a ser necesario desaprender para poder comprender nuestros mundos y lo que, en consecuencia, se espera de los arquitectos***.
Ese comprender que, por otra parte, entendimos que era el encargo de Moneo a sí mismo: “operar en arquitectura como manera, y en la responsabilidad, de comprender el mundo, el tiempo propio” y por extensión a todas las personas formadas desde su magisterio hasta la fecha.
Eso, parece, sigue siendo una constante. ¿Cómo lo ves?
Félix Arranz
Arquitecto y editor de SCALAE