Pequeña reflexión sobre la domesticidad contemporánea.
31 de diciembre de 2014

[Jaume Prat] El 22 de marzo de 1965 un Bob Dylan furioso-demasiado-furioso revienta las convenciones del género al que se le adscribía, el folk, al lanzar el mercado su disco Bringin’ it all back home, el primero de su discografía en que usa una banda de rock como soporte para la interpretación de algunas de las canciones allí aparecidas. El resultado de esto será traumático. Sus primeros fans, que perciben el rock como una música reaccionaria y sin mensaje, no le perdonarán su electrificación. El desastre se consumará el día 24 se agosto de 1965 de ese mismo año en el festival folk de Newport, donde el artista aparecerá acompañado de la banda que lo ha ayudado a grabar Highway 61 revisited, su siguiente disco, que todavía no ha salido al mercado(1). El público reaccionará ante la visión de Michael Bloomfield y el mismo Dylan calzando guitarras eléctricas con silbidos, echándolos antes de terminar el concierto. El cantante se refugiará en Gran Bretaña, donde hará una gira de la que saldrá silbado a cada concierto. A veces se revuelve(2). El trovador político ha quedado defenestrado. 

Consciente del momento que está viviendo el músico, el director D.A. Pennebaker querrá filmar un documental sobre él. En su refugio londinense el cantante ha coincidido con tres amigos, los cantantes Bob Neuwirth y Donovan y el poeta Allen Ginsberg. El documental empieza con el cantante situado en un callejón lateral adyacente al hotel Savoy, mirando a cámara desafiante mientras sujeta una colección de cartulinas algo más grandes que un A3, rotuladas por sus tres amigos y él mismo con palabras y fragmentos del tema que suena mientras realiza la acción, Subterranean Homesick Blues. El documental ha caído en el olvido. El primer fragmento del mismo (clip) es uno de los vídeos musicales (videoclip, por tanto) más famosos de la historia(3). Tan famoso que el disco entero, desde entonces, será conocido con el nombre de su primera canción, Subterranean Homesick Blues, hasta el extremo que en muchas ediciones posteriores la portada aparecerá con el título cambiado(4). No será hasta casi el año 2000, después de los gravísimos problemas de salud que casi matan al artista, que el disco se continuará reeditando con el título original. 

Subterranean Homesick blues se graba sobre una sección rítmica de guitarra acústica (rascada por Dylan), bajo y batería, que soporta tres guitarras eléctricas(5) punteadas que le dan un tempo muy veloz. Sobre esta base, Dylan casi rapea una letra hecha de eslóganes: frases cortas, rápidas. Acciones. 

Cualesquiera de los dos títulos del disco tiene que ver con la domesticidad. Con una domesticidad extraña, transitoria, ligada al movimiento: estar-pensar-hacer. Lo que se muestra perfectamente en el clip. El estatismo del cantante, la caída de las tarjetas, el bombardeo de palabras. Y un cameo de Newirth y Ginsberg habla que te habla en el margen izquierdo de la pantalla. 

En fechas muy recientes, el equipo español Selgascano ha inaugurado en el distrito londinense de Shoreditch su proyecto Second Home, un local de un cierto tamaño done se alquilan espacios de trabajo. El proyecto nace de una reflexión sobre no tanto los modos de trabajar que el siglo XXI está recuperando o proponiendo como sobre la relación de estas maneras de trabajar y la domesticidad. O sobre la capacidad de estos modos de trabajar para crearla, o para, directamente, devenir domesticidad. Sobre, en última instancia, qué significa habitar hoy en día. La Second Home no se puede habitar indolentemente, sino mediante un proceso de colonización que, necesariamente, acepta una relación con los otros diversa a la que se obtiene cerrando una vivienda bajo llave. Por tanto, es un habitar negociado, donde la comodidad de uno influirá en la de todos y viceversa. No es, ni puede ser, un espacio neutro y frío. Es un espacio intencionado, donde los arquitectos proponen unas condiciones iniciales y un sistema lo suficientemente activo y generoso como para aceptar todas las capas de actividad posteriores. Es un espacio que no impone el orden, sino que, sencillamente, lo hace posible y lo incorpora a la arquitectura. Gestos (que, además, crean espacio) como disponer bancos en lugar de sillas así lo indican. La vida queda incorporada al espacio antes que a la vivienda: sin plantas no es posible. La intimidad se negocia con educación y tecnología: sabiendo cómo disponerse, moverse o mirar, creando espacios propios a través de las pantallas de los ordenadores, o sociales a través de las tablet; es decir, un portátil, con su forma de L que abriga a un usuario y le dirige la pantalla a la vista aislando la información para él mismo es entendido como la célula mínima de espacio, que puede ir creciendo hasta casi convertirse en una vivienda mediante la adición de pantallas y la solidificación del puesto de trabajo, o puede, por el contrario, perder incluso esta célula mínima mediante la Tablet, la pantalla plana sobre la mesa equipada con un giróscopo: el ordenador social por excelencia y
, por tanto, el espacio virtual social por excelencia. Espacio social, o personal, que se puede negociar con el arquitectónico, interaccionando juntos y enriqueciéndose. Es decir, eso puede pasar en un banco, o en una silla. Las diversas calidades de luz (luz d fondo, luces de ambiente bajas, luces de trabajo), los colores vivos, la transparencia de todo ayudan a configurarlo así. Y las planta, siempre las plantas: la arquitectura es naturaleza, también. Arquitectura es confundir los límites, condensar burbujas de actividad en un espacio donde la vegetación interior y la exterior juegan a confundirse. Arquitectura es un nodo. Arquitectura es, como en el clip de Dylan(6) pura acción, pura transitoriedad. Si tuviese un espacio como este el artista no habría tenido que rotular ninguna tarjeta, porque Pennebaker hubiese podido resolverlo todo filmando personas en plano-secuencia. Y, seguro, Ginsberg estaría allí escribiendo poesía mientras intentaba emborracharse con el vecino. 

 

Notas

(1) No lo hará hasta seis días más tarde, el 30 de agosto. Highway 61 Revisited será la revolución. No es que Dylan se haya electrificado: es que el disco suena como una reunión de músicos cabreados tocando al límite. Cada tema destila amargura, sarcasmo. Una rabia contenida contra todo y todos que estará, literalmente, a punto de matarlo pocos años más tarde (…no me vendrás a ver entonces, Reina Jane?) 

(2) Lo que se puede oír perfectamente en su famoso disco pirata de Londres (grabado realmente en Manchester), donde un miembro del público lo insulta llamándolo Judas. El se revuelve llamándolo mentiroso para afrontar la interpretación de Like a Rolling Stone más memorable jamás grabada.  

(3) Y, por su proceso de elaboración, podría llamarse tranquilamente el primer videoclip de la historia ,Aunque el primero en ser rodado expresamente como tal vendrá 10 años más tarde. Será Bohemian Rhapsody, de Queen, dirigido por Russel Mulcahy. 

(4) Una pena. El disco es una obra maestra con temas imprescindibles como She Belongs to me, Love minus zero o It’s all over now, baby blue. El cambio de título los descontextualizará y les hará perder su valor de serie. Aunque no hay que olvidar que el módulo LP no se consolidará hasta dos años más tarde con la aparición de dicos conceptuales como Sgt. Pepper’s Lonely Heart’s Club Band, Surrealistic Pillow o The Velvet Underground and Nico, entre otros. 

(5) Al Gorgori, Kenny Rankin i Bruce Mr Tambourine Man Langhorne, a quien Dylan, después de haberle puesto el mote, dedicará en el mismo disco una de sus canciones más famosas, que servirá, en versión eléctrica, de trampolín a la fama para The Byrds. 

(6) Para que luego le nieguen su capacidad como visionario.  

País: Gran Bretaña
Ciudad: Londres
Agentes: Selgascano
Edificios: Second Home
Autoría de la imagen: Iwan Baan
Autoría de la imagen: D.A. Pennebaker
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