Síntomas y diagnósticos de un cambio XXV (incluido en boletín 27)
3 de enero de 2010

La noticia del año pasado no era previsible: la noticia es que no hay noticia, todavía.
Me refiero a la espera de estudiantes, escuelas de arquitectura y arquitectos sobre la certificación que legalmente merecen los estudios y la profesión a los ojos de nuestras autoridades gubernamentales y a efectos de la convergencia europea. Si se tratase de cocina este asunto sería un caldo-potaje de aquellos de cocido lento en los que se van agregando, día a día, semana a semana ingredientes nuevos removidos con los restos de los viejos. No es mal asunto, visto así, ya que si en algo se caracteriza la cocina tradicional española es en ese tipo de hiperproteínicos cocidos, en sus respectivas variantes gallega, vasca, madrileña, catalana, aragonesa, andaluza, y etc. Así que algo es seguro: si la noticia del año vencido no ha visto la luz, la noticia del año que empieza vendrá requetecocinada.

No querría dejar pasar la oportunidad sin dejar de agregar algo más de legumbre y embutido al potaje: ¿Cuándo empezamos a situar las prácticas profesionales en esta discusión de los 360 créditos?.

Porque, a la postre, puede que sea el asunto determinante. Las escuelas españolas de arquitectura han estado trabajando, muy esforzada, necesaria y disciplinadamente, en la adaptación al EEES, con una perspectiva de 300 + 30 créditos ECTS para la carrera de arquitectura, desde que así quedo acordado en el pleno de la Conferencia de directores de Escuelas de 3 de julio de 2008 y dejando las cosas organizadas para la posible emisión de un título intermedio en el tramo de los 180 o 240 créditos. Un trabajo arduo, que afecta a Juntas de Gobierno, Claustros, Representantes. No es nada fácil poner de acuerdo a los profesores y representantes departamentales o de áreas de una escuela para organizar un plan de estudios nuevo. Preguntad, preguntad. Cada escuela lo ha tenido que hacer y resolver.
Así que ahora, en el consenso ya ratificado aquí y allá, incluso por la propia Conferencia de Directores en su último comunicado de hace unas semanas, y siendo que se reclama y asume una resolución de 360 créditos… ¿Hay que volver a empezar?

Bueno echemos unas cuentas: ya tenemos resueltos los 300 del, llamémosle «hipergrado» mas los 30 del Proyecto Final de Carrera, así que ¿Qué se hace con los 30 que llevan a los 360? ¿Más construcción, más instalaciones, más expresión gráfica, más humanismo, más estructuras, más repaso de las matemáticas, física o geometría que deberían haberse resuelto en el bachillerato…? ¿Es ese el plan? No, seguro que no, eso supondría volver a empezar de nuevo. Miremos entonces cómo son las cosas en otros países y cómo se cierran las titulaciones académicas y profesionales. Nos encontraremos con la necesidad de certificar prácticas profesionales para poder acceder al registro profesional. Así son las cosas.
En consecuencia quizás debamos abordarlo y asumir que la oportunidad está en recoger esos 30 créditos (de 750 a 900 horas de «vuelo preprofesional») repartidos de diez en diez y paralelos a los dos últimos cursos, cuarto y quinto, y al año del proyecto final de carrera. Es decir: hacer lo que siempre han hecho los estudiantes de arquitectura con vocación profesional (en sus variadas variantes) pero de un modo adaptado, encajado en el ancho de vía europeo, de modo que al completar el proyecto final de carrera y las prácticas profesionales se cierra -simultáneamente- el grado, el máster. la titulación académica y la profesional. Operativamente esto significa que cuarto, quinto y pfc serian cursos de setenta, setenta y cuarenta créditos respectivamente. Encaja en el planteamiento del EEES, encaja en el planteamiento español. Pues por ahí podrían ir los tiros.

Pero la pregunta entonces apunta a quiénes son las entidades, los estudios profesionales, las empresas, los centros de formación continuada, las escuelas… y qué condiciones han de cumplir para poder certificar como resueltas las prácticas profesionales. Es una gran pregunta a la que previsiblemente habrán de dedicar una parte importante de sus esfuerzos los responsables académicos y profesionales de nuestro país durante los próximos meses.
Si las cosas son así tenemos ya un primer encargo para los reyes magos.

Aunque la noticia del año que ha terminado también puede haber sido otra: tenemos en marcha la ley omnibús desde el 22 de diciembre, aunque -en este caso queremos pensar que por fortuna, ya que será posible el debate aplazado- algo hipotecada en el tiempo y a plazos en lo que corresponde a arquitectos, revisión de competencias y mundo de la construcción ya que queda todo pendiente de futuros decretos a cuatro y doce meses vista. De este modo tenemos un segundo encargo para los reyes magos.

Y se dice que Apple prepara algo nuevo, algo así como un nuevo dispositivo en el que la relación con el usuario se produce a través de gestos de los dedos de la mano, dibujando y bailando sobre pantallas táctiles. Una especie de pizarra táctil digital, algo que va mas allá de los efímeros «libros digitales» asumiendo que la cuestión ya no es el uso «para un sólo tipo de contenido» sino el «modo de relación con la información». Algo que devolverá al iphone a la condición de teléfono, superándolo. Si se confirma algo así deberemos admitir que, una vez más, Steve Jobs será el arquitecto del año y que las arquitecturas que propone, relacionales, son la base de todo lo que está por venir. Como buen arquitecto puede que no haya inventado la tecnología necesaria, pero a buen seguro será quien junte las piezas y el modo y manera necesarios para que esa tecnología, esa «situación habitable» nos alcance al resto de nosotros. Esa pizarra, esa manera de relacionarse con la información, con la comunicación y con los demás, a través de los gestos de la mano y del dibujo sería nue
stro tercer encargo a los reyes magos.

Tres encargos a tres reyes, y es que no conseguimos salirnos del esquema triangular.
¡Qué tendrá!

¡Ah! y feliz master, digo año, nuevo.

Félix Arranz

 Artículo incluido como editorial en la circular semanal «boletín SCALAE» en su edición 027